A pesar de las dificultades y el verano la lucha de los productores continúa. Foto Alexander Lache

La crisis lechera es un resultado de la entrada en vigencia en todo su rigor de los TLC. En 15 meses, los aranceles para importar lácteos de Estados Unidos caerán a cero pesos y, luego, países de la Unión Europea gozarán de idénticas gabelas

Por: Pabloé

Las movilizaciones campesinas de las últimas semanas tienen el mérito de poner al productor lechero en el primer plano de la opinión y de quienes llevan las riendas de la economía nacional.

Se trata de un sector muy sensible para el país porque copa la geografía nacional, y la inmensa mayoría de sus 390 mil integrantes son pequeños y muy pequeños productores que encontraron en tres o cuatro vacas la estrategia de sobrevivencia y resistencia, si se quiere, comprometiendo en las labores a toda la familia. Labores desempeñadas mayoritariamente por mujeres.

Luego de una veintena de plantones, el 30 de julio en Cundinamarca, Boyacá, Antioquia y Nariño; el 24 de septiembre las inconformidades como consecuencia de los Tratados de Libre Comercio, TLC, se trasladaron a Bogotá, frente a las instalaciones del Ministerio de Agricultura, encabezado por Martha Carvajalino quien previamente se había dado a la tarea de meterle mano al asunto.

Un problema mayor

En 15 meses entra en vigencia en todo su rigor del TLC suscrito 12 años atrás con Estados Unidos, cuando ingresarán al país leche y derivados libres de aranceles y, en 2028 habrá una similar situación con la Unión Europea.

Las pasteurizadoras hasta 2021 pagaban el litro de leche al productor a $1.200, y empezando 2023 alcanzaba los $2.200 litro en finca. Los insumos también sufrieron reajustes.

La destorcida comenzó a generarse desde mediados de 2023, cuando en medio del verano inclemente que suele redundar en bajas en la producción al escasear la oferta forrajera y alimentaria para el ganado, al contrario de repercutir en alza al precio de la leche al productor, devino en bajas.

Fenómeno inaudito, explicable por el incremento en la importación de lactosueros y leches en polvo incentivadas por las caídas en los aranceles, utilizados para la reconversión fraudulenta de leche. “Fabricación” de leches también mediante la utilización de la propia crema de leche que se extrae del líquido, que se entrega al consumidor con los mínimos establecidos.

La consigna: por cada litro de leche real acopiado sacar cuatro litros más, estrategia de vieja data utilizada por grandes pasteurizadoras, buena parte de ellas en manos extranjeras.

Competencia desigual

Las consecuencias no esperan. Estampidas de productores de leche hacia otros lugares de la ruralidad o la informalidad y brazos caídos. Las Mesas de compensaciones establecidas a finales de 2013 tras el paro agrario “dejaron tantas experiencias enaltecedoras como fracasos,” sostiene Jaime García Villalba, presidente de Fedecundi, una de las organizaciones participantes con líderes de otras federaciones como Feddelac, y cooperativas del talante de Colega en Guatavita y Zipalác en Zipaquirá.

“Se trataba de preparar al productor para las épocas difíciles de los tratados, cuando los aranceles se acercaran a cero. Desafortunadamente, está llegando la época de las vacas flacas y nuestras comunidades todavía no se encuentran preparadas,” agrega García.

No existe un solo colectivo organizado de productores de leche en condiciones de enfrentar la crisis agregándole valor a la materia prima y saliendo al mercado para enfrentar el reto en condiciones dignas.

A lo sumo, se encuentran puñados dispersos de organizaciones dotadas de algunos equipos, pequeños o miniaturas, dispuestas a iniciar procesos de transformación y comercialización sin músculo, logística ni experiencia, menos aún capital de trabajo en medio de una jauría de pasteurizadoras enormes que lo acaparan todo y actúan como auténticos carteles que hacen lo que les viene en gana con usuarios, consumidores y proveedores.

Ausencia de infraestructura

Los precios en las góndolas y estantes de los supermercados no sufren las reducciones que sí azotan a los propietarios de la materia prima: los lecheros. Sin mencionar la calidad de los productos, de pánico y horror para la salud humana.

La situación sería todavía más dramática si tanto el Ministerio de Agricultura como el de Comercio no estuviesen adelantando las medidas e investigaciones por las reconversiones de lactosueros, así como la inversión de $7.200 millones al programa de Estabilización de exportaciones, permitiendo que 2.064 toneladas de leche en polvo nacional lleguen a mercados internacionales.

Desafortunadamente, ello corre el peligro de transformarse en flor de un día. El acopio y pulverización de leche tiene que realizarse gracias a la bondad de las grandes pasteurizadoras que transitoriamente facilitan sus equipos porque las organizaciones carecen de dotaciones de semejante calado. Ni siquiera cuentan con plantas ultrapasteurizadoras para la entrega de leche larga-vida que son muchísimo menos costosas que las primeras, pero supremamente caras para los campesinos.

“Hablamos de equipos del orden de los seis mil millones de pesos, los más pequeños, con capacidad para procesar 3.000 litros de leche larga vida/hora, lo único susceptible de venderse a las entidades públicas, con leche en polvo, a través de las políticas de Compras Públicas Locales que dejaron las negociaciones de paz de La Habana, pero que no arrancan como debería ser”, sostiene Fernando Quintero, de la cooperativa Zipalác en Zipaquirá.

Faltan campañas

Hasta ahora, solo uno de los tres grandes conglomerados de los campesinos se ha pronunciado, el movimiento de las “Dignidades”, siendo que las otras dos colectividades nacionales de mayor representación –Baluarte y Convención Campesina– también tienen comunidades lecheras a su interior.

Vergonzoso el papel del llamado “gremio cúpula” de los ganaderos, Fedegán. Coparticipó de las negociaciones de los TLC con José Félix Lafaurie, y para la comunidad lechera no ha podido ser peor la administración del Fondo Nacional del Ganado (Ley 89 de 1993), parafiscal que además de la cuota por cada desposte se nutre con cada litro de leche que la producción formal entrega a las pasteurizadoras, sumando alrededor de 100 mil millones pesos anuales, de manejo cuestionable e intervenido en 2013.

Mientras con dichos recursos se montaron costosos frigoríficos en la costa atlántica y otras regiones, al sector lechero el fondo no le ha dejado ni la más insignificante planta de transformación. Todo para la carne, para la leche nada, ni siquiera campañas incentivando el consumo, uno de los problemas que hoy arrastra el sector.

A diferencia de los productores de huevo o cerdo, los productores de leche han permanecido huérfanos de quién los represente e incentive el consumo del preciado líquido.
Con información del Semanario Voz

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