Foto Luisa Gonzalez / X
El balotaje del domingo 13 de abril en Ecuador, para definir la presidencia de la República, no constituyó un proceso aislado de las pretensiones de los EE. UU. en la región andino-amazónica. Por el contrario, se trata de la primera contienda política electoral tras la elección presidencial en los Estados Unidos y confronta a los sectores apoyados por Donald Trump ─encabezados por el actual presidente-candidato Daniel Noboa─, con los sectores progresistas y, especialmente, con el movimiento indígena y popular que respalda a Luisa González.
Editorial 3267
Con toda justicia, ante el abuso de poder de Noboa y la parcialidad del Consejo Nacional Electoral, CNE, denunciada por varias organizaciones que gozan de legitimidad nacional e internacional, la candidata de la Revolución Ciudadana anunció que no reconoce el resultado y pedirá el reconteo de los votos.
Este fraude de la derecha y el papel de los órganos de control institucional son elementos de reflexión y análisis para la izquierda latinoamericana y caribeña, no es sólo la coyuntura electoral, sino el desarrollo de la lucha de clases en el Ecuador.
Ecuador tiene una importancia geoestratégica para el proyecto de militarización subcontinental de los EE. UU, especialmente en el Pacífico. La pretensión yanqui es reactivar la base de Manta y continuar la vigilancia imperial, utilizando las plataformas militares de las Islas Galápagos. Trump intenta minimizar la influencia regional de China que, en noviembre del 2024, inauguró en Perú el Terminal Portuario Multipropósito de Chancay, viabilizando la Ruta de la Seda.
Descaradamente, el secretario de Estado Marco Rubio ha expuesto, en reiteradas oportunidades, la necesidad de los EE. UU. de retomar el control de la política regional, no permitiendo triunfos electorales de movimientos no amigables a las directrices del Pentágono.
De manera literal, significa patrocinar toda suerte de injerencias y maniobras para que la derecha obtenga victorias electorales a cualquier costo, y una amenaza a la paz regional. Por eso, Trump invitó a Noboa en su mansión en Florida, otorgó su apoyo y exigió, como contrapartida, los acuerdos de militarización del suelo ecuatoriano bajo la disculpa del combate al terrorismo. Noboa es endeble y sin propuestas ante la crisis social y económica de su país, amarrado a Trump es instrumento del imperialismo.
Es importante recordar que todo esto tiene un hilo histórico. En el 2023, el entonces presidente Guillermo Lasso, aliado de Biden y firmante del acuerdo de libre tránsito del Ejército de los EE. UU en Ecuador, acusado de corrupción y ante la presión popular, acudió a la figura constitucional de la “muerte cruzada”, huyendo del juicio político en el Congreso, fue forzado a convocar elecciones.
La derecha militarizó aún más la vida social y presentó a Noboa, millonario nacido en Miami, como candidato. La izquierda, agrupada en la Revolución Ciudadana, soportó la estigmatización, la propaganda del miedo y las acusaciones infundadas de fomentar el caos y la violencia, perdiendo por estrecho margen en las elecciones extraordinarias de octubre del mismo año.
El resultado de este domingo 13 de abril, en la segunda vuelta de las elecciones, constituye un episodio grotesco. La derecha triunfa contando con un Consejo Nacional Electoral que permitió a Noboa utilizar abiertamente la ventaja de usar la institucionalidad a su favor e incluso alterar las reglas del proceso electoral, decretando el estado de excepción para suspender libertades fundamentales.
Al pueblo ecuatoriano y a Luisa González se les presenta el reto de enfrentar y superar a esos poderes neoliberales y de extrema derecha. La tarea inmediata es ganar el reconteo de los votos, vencer con la movilización en las calles, frente a una democracia secuestrada por las elites. En esta lucha, Luisa y su pueblo no están solos: cuenta con el apoyo y la solidaridad de los pueblos del mundo, de Colombia y América Latina.
Con información del Semanario Voz