Realizar consultas populares demuestra un carácter que interpreta la coyuntura particular de la lucha de clases. Foto equipo de comunicaciones Iván Cepeda
Una larga lucha y la movilización popular articuladas a la construcción de un partido político que une a las izquierdas, los progresismos, el movimiento social y étnico popular y soportada en la experiencia del gobierno encabezado por Gustavo Petro, se proyecta como una nueva experiencia para América Latina
Por: Pietro Lora Alarcón
@plalarcon
En la institucionalidad construida desde el siglo XIX en nuestro continente, para asegurar los intereses de la clase dominante, se registran variadas experiencias, antiguas y recientes, de resistencia política de las fuerzas y partidos democráticos y revolucionarios. En el aprendizaje se combinan la lucha en las calles con la acción en los escenarios gubernamentales.
Y es en ese terreno que la experiencia del Pacto Histórico, desde su nacimiento y evolución como coalición de gobierno, hasta su reciente constitución como partido político, dentro un contexto complejo como el colombiano, es una contribución a la democracia y una singular expresión de unidad por la paz y los derechos del pueblo.
Partir de la experiencia
Desde el final de los años 90 se intensificó en Latinoamerica y el Caribe el enfrentamiento político de clases, es decir, un redireccionamiento de la acción revolucionaria para incidir directamente en los gobiernos, ganarle a la clase dominante en su propio terreno y con sus reglas electorales. Eso significó cambiarle el tono a la democracia, apropiarse de ella, profundizarla, denunciar los límites del voto y la fantasía de que los pueblos, de hecho, elegían sus legítimos representantes
Las bases de esa condición política están todavía enraizadas en la resistencia antineoliberal y en jornadas populares de rebelión. Los frentes electorales, amplios y plurales, vinculando actores con experiencias comunitarias propositivas, con visión de lucha callejera y campesina, obtuvieron victorias que generaron políticas redistributivas y beneficios directos para los trabajadores en Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador. En otros casos, el desgaste de la clase dominante y el potencial revolucionario permitió, como en Venezuela, generar las bases de la V República.
Sin embargo, los “gobiernos progresistas” sufrieron la contraofensiva imperialista. En algunos países surgió una derecha aparentemente nueva, mezcla de la mayor concentración del dominio corporativo -financiero con los trazos fascistas y el conservadurismo social.
Ruptura del bipartidismo
Brasil, Bolivia, El Salvador y Perú, con sus peculiaridades, instalaron regímenes políticos de “democracias de excepción”, que ni son democráticos ni necesariamente excepcionales. La derecha busca un modelo civil-militar donde la clase dominante genere grados de indeterminación jurídica, que prescinda de la institucionalidad liberal, en la cual no creen, y concentre el poder financiero y su capacidad de acuerdos con el imperio.
Se trata de una novedad aparente. Este modelo de ejercicio del poder, de democracia restringida, donde los poderes militares y civiles se sobreponen, ha sido predominante en Colombia. En nuestro país, la violencia desatada por el Estado, desde comienzos del siglo XX, fue impulsada por una fisonomía bipartidista, amparada en las fuerzas armadas.
A lo largo del tiempo, en nuestra democracia de excepción, las campañas políticas, como expresaba Álvaro Vázquez del Real, se caracterizan por la ausencia de garantías para la izquierda, de maniobras para defender los intereses de la gran oligarquía nacional y la falta de discusiones programáticas. La voluntad popular era deformada por la manipulación del voto y de las campañas electorales El Estado débil, pasó a ser rehén de formas de poder subterráneas y mafias sofisticadas.
A comienzos de este siglo, el deterioro de los partidos de la derecha era evidente, transformados en agrupaciones sin cualidades para generar un proyecto de país, incapaces de promover un espíritu cívico, de valores ligados a la paz, las libertades y los derechos sociales. La llegada al poder del sector uribista reafirmó la visión guerrerista y la solución militar de los conflictos, la precariedad del debate desde el gobierno, el autoritarismo y el ataque frontal en el legislativo a las reivindicaciones populares.
En ese cuadro, las tradicionales fórmulas de evolución de las democracias, es decir, las llamadas “democracias viables”, que sustituyeron a las dictaduras militares del sur del continente, las “controladas” del modelo Reagan -Thatcher y la “gobernabilidad democrática” de Busch, no tuvieron desarrollo en Colombia. Razón tiene Hugo Moldiz al decir que los regímenes de excepción, parte de lo actual ofensiva imperial, tienen antecedentes en Colombia, donde ya existen desde antes de la primera mitad del siglo XX.
Colombia, una nueva experiencia
Por eso, que en este 2025, luego de batallas electorales, saboteos y maniobras jurídicas nazca un instrumento político como el Pacto Histórico es algo notable. Que partidos históricos como el Partido Comunista o la UP o el PDA, al igual que fuerzas como la Colombia Humana y sectores sociales representativos como la Minga, ingresen decididamente a una conformación política, priorizando la unidad alrededor de un programa y estatutos que reflejen un funcionamiento interno ético en la pluralidad, en perspectiva de un gobierno con proyecto nacional, es un atestado de evolución positiva en términos de civilización política.
Realizar consultas populares demuestra un carácter que interpreta la coyuntura particular de la lucha de clases, profundizando un tipo de democracia desconocida para el país e incómoda para una derecha, que no solo manifiesta desconcierto, porque el estilo no es el habitual, sino que pretende desestabilizar utilizando mecanismos aprendidos de la ultraderecha regional, especialmente en el terreno comunicacional y el estilo lawfere de criminalizar a la izquierda.
En Colombia no se ha perdido la batuta de la creatividad ni el apelo popular, manteniéndose viva la posibilidad de una movilización de envergadura social capaz de mantener el proyecto del cambio. Es una gran contribución al debate sobre la izquierda y sus alternativas.
Por eso, el PH debe diagnosticar lo internacional, lo nacional, regional y local, definiendo las alianzas y tácticas adecuadas para resistir y mantener una orientación política de unidad, construyendo el camino desde lo popular.
Con información del Semanario Voz