En intervención en un programa de análisis del canal regional TRO, el 28 de febrero pasado, el politólogo Julio Acelas, con relación a los mediáticos problemas del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga –AMB–, manifestó, sin mala intención, algo así como que “los comunistas tienen que ver en los asuntos del acueducto”, pero que siempre han defendido los intereses del pueblo, lo que ha generado que en muchos sectores de opinión se infunde con que el sindicato de esa empresa es manejado por el Partido Comunista.

Es parte, aunque embozada, de una campaña contra el movimiento sindical, puesta en marcha con una “combinación de todas las formas de lucha” que ha llevado desde los intentos del máximo desprestigio, hasta el asesinato vil y cobarde de miles de cuadros y activistas sindicales en los últimos años en Colombia (al punto de que tenemos el honroso título de ser el peor país del mundo para ser sindicalista), llevando a la judicialización amañada, las amenazas, el extrañamiento, y un largo etcétera. Y desde luego, a la campaña antisindical se suma una campaña anticomunista ambiente en Colombia, aun de antes de existir el comunismo.

El Partido Comunista, a pesar de no ser ilegal, pero por las razones de su exterminio que data desde su misma fundación, tiene militantes en casi todas las esferas de la vida nacional, muchos de los cuales tienen que permanecer en la “reserva”, es decir ocultos, pues en el país, de hecho, existe delito de opinión ideológica. El AMB no es excepción, y desde los años de creación del sindicato, el PCC ha apoyado las luchas de los trabajadores por mejorar sus condiciones de vida y de salario. Pero también los derechos de los usuarios; y en esas batallas se ha empeñado junto a otros sectores democráticos de la ciudad.

Cuando en 1975 el entonces acueducto privado se municipalizó tuvo la iniciativa, el beneplácito y apoyo incondicional del concejal comunista de Bucaramanga de la época (y del otro concejal de la coalición UNO). Desde ese año la mejoría de la empresa, con carácter oficial, es de tal monta, que nadie en Bucaramanga puede decir que de 1975 a la fecha (más de 40 años) se haya producido un racionamiento, o se haya dejado de prestar el servicio con eficiencia y calidad, pues descontando los cortes por manteamiento o daños; o por necesidad de ampliación de redes, el servicio es uno de los mejores y más eficaces del país. A ello podemos sumar que las tarifas, comparativamente con las de las grandes e intermedias ciudades de Colombia, es una de las menores; sin contar ya la calidad del agua, que según expertos en la materia (temas que se pueden consultar en internet) es la segunda en potabilidad y pureza de todo el territorio nacional.

Que los trabajadores hayan obtenido garantías y prerrogativas gracias a su organización unificada y sólida es apenas natural. Un sindicato se crea para mejorar las condiciones vitales y laborales de sus afiliados, y no para hacer retroceder la historia a los albores del capitalismo, cuando el patrón consideraba que “estaba haciendo un favor a un ser humano dejándolo trabajar”; y que la categoría que teníamos las gentes del trabajo era la de “criados y sirvientes”, mientras los patronos tenían la de “amos”.

En la lucha sindical en el país se han obtenido beneficios para todos los trabajadores, asalariados o no, extensivos a otros sectores de la población, que comienzan desde hacer cambiar el concepto ideológico patronal que calificaba el trabajo como “alquiler de criados domésticos” (artículos 2045 a 2052 del Código Civil) desueto en 1931 gracias a la lucha organizada de los asalariados, siendo que los terminachos “amo” y “criados” apenas fueron declarados inconstitucionales, por violentar la dignidad de la persona, en sentencia de la Corte Constitucional de 2005.

O como obtener, mediante la ley 57 de 1926 que se pagara el dominical como día de descanso, que fue posible iniciar –paradójicamente– gracias al Concordato con la Santa Sede de abril de 1905. Antes de esos logros el trabajo de “criados y siervos” no gozaba de protección o prerrogativa alguna, al punto que solo en 1931, mediante ley 29 se legisló sobre la labor de 8 horas diarias, y mediante ley 57 se estableció la obligación del pago del salario en dinero, que antes se hacía en especie.

Es lo que los patronos, o “amos”, añoran: que los trabajadores (o criados y siervos) depongan sus logros y alcances, cancelen sus anhelos y reivindicaciones y, ojalá, paguen para que les “hagan el favor de dejarlos trabajar”.
El Partido Comunista, desde luego, no cejará en su compromiso de ayudar a defender los intereses de los trabajadores, cuyo sentir y expectativa encarnamos y resguardamos. No somos uno de los partidos “tradicionales” (viejos o renovados) cuyo objeto y cometido es defender los intereses de clase del capital, sea privado o estatal.

Desde luego, que en un segunda entrega examinaremos las reales condiciones laborales, y la categorización legal de los actuales trabajadores del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga, no con base en la “información” sesgada, o tergiversada y amañada, sino a la luz de la vigente convención colectiva de trabajo suscrita en abril de 2014 por el sindicato, que data en su creación y lucha desde 1959.

No sobra una reflexión final de esta primera parte: El enseñoramiento del neoliberalismo como doctrina económica, social, política e ideológica, que ha permeado vastas capas de la sociedad ha llevado a que un grueso de la población se cuestione los logros de los trabajadores, mientras se aplauden los exorbitantes ingresos salariales o estipendiarios de los grandes banqueros, gerentes y mandos de transnacionales y de empresas monopolistas criollas; de altos funcionarios de todo orden; de directores y altos ejecutivos de medios monopolísticos de información, etcétera. La actual lucha, como decimos en Santander, es para ver si “todos a una, como en Fuenteovejuna”, podemos romperle la totuma nueva al mendigo de la otra esquina. Es la pugna no por el aumento del salario o el ingreso de las mayorías, sino para ver como ayudamos a nivelar por lo bajo. Es apenas la acogida de teorías de Juan Manuel Santos (y todos sus acólitos) de que en Colombia “no es pobre, quien tenga un ingreso de siete mil pesos diarios”.

Foto Hanna Colombia

Alfredo Valdivieso
Secretario general Partido Comunista Colombiano regional Santander.
Bucaramanga, marzo 11 de 2016.

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