Instalación del Foro mundial de la tierra. Foto Ministerio de Agricultura
Las discusiones incluyen el papel transformador de las comunidades rurales, un logro de gran trascendencia impulsado por el gobierno del cambio
Por: René Ayala Barrera
@reneayalab
Del 12 al 15 de mayo, Bogotá fue escenario del Foro Mundial de la Tierra ─Global Land Forum─, un encuentro que reunió a más de mil representantes de movimientos sociales, pueblos indígenas, gobiernos, investigadores y organismos multilaterales provenientes de más de 80 países.
Por primera vez, este evento ─convocado de manera conjunta por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (ILC, por sus siglas en inglés)─ se realizó en Colombia, donde el acceso a la tierra ha sido históricamente tanto el corazón del conflicto como el centro de la lucha por la reforma agraria.
Este Foro, más allá de un espacio de reflexión, constituyó una plataforma para el diálogo entre actores que rara vez coinciden: campesinos y gobiernos, pueblos indígenas, mujeres rurales y empresarios del agro, comunidades negras y funcionarios de la ONU. El tema que los convocó: cómo garantizar el derecho a la tierra para quienes la habitan, la trabajan y la defienden.
Tierra para la paz
En la apertura del evento, la ministra de Agricultura, Martha Carvajalino, resaltó el simbolismo de que Colombia sea anfitriona de este foro en un momento en que el gobierno del cambio impulsa la reforma agraria, que ha sido caracterizada como revolución por la vida.
Carvajalino expresó: “Nuestra historia ha sido marcada por la concentración de la tierra y por la violencia contra quienes luchan por ella. Pero también ha sido escrita por la dignidad de los pueblos que resisten y siembran futuro. Este Foro es una oportunidad para hacer visible esa lucha y proyectar soluciones globales desde nuestras realidades locales”.
La celebración del Foro coincidió con un hito ambiental: el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que tuvo lugar el 17 de junio con actos públicos y jornadas pedagógicas en varios departamentos del país. Colombia reafirmó su compromiso con la restauración de suelos y la gestión sostenible del agua, especialmente en territorios rurales que enfrentan simultáneamente la pobreza, exclusión y degradación ambiental. Las conexiones entre tierra, agua, clima y justicia social fueron también eje de las discusiones en el Foro.
Voces de la tierra
Las lenguas indígenas, los acentos africanos, las palabras quechuas y las voces asiáticas se escucharon en medio de los pasillos del centro de convenciones. Pero también se cruzaban historias de despojo, resistencia y esperanza. Entre ellas, la de Rosalía Gamboa, lideresa campesina del Catatumbo e integrante de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat), quien participó en el foro como vocera de las mujeres rurales.
“Para nosotras, la tierra no es solo un pedazo de suelo, es nuestra madre, nuestra fuente de vida, de autonomía. Hemos enfrentado el desplazamiento, la guerra, pero aquí estamos, exigiendo nuestro derecho a vivir con dignidad. Este Foro nos permite decirle al mundo que el campesinado colombiano existe, resiste y propone”, afirmó Gamboa en diálogo con VOZ.
Desde África, llegó también Mariam Doumbia, de Mali, representante de la Red de Mujeres Rurales de África Occidental. Su mensaje fue claro: “No hay soberanía alimentaria sin acceso seguro y equitativo a la tierra para las mujeres. En muchos de nuestros países, las leyes consuetudinarias aún niegan a las mujeres el derecho a heredar o titular tierra. Necesitamos políticas transformadoras, pero también un cambio cultural profundo”.

La disputa global por el territorio
Según la ILC, en las últimas dos décadas se han registrado más de 75 millones de hectáreas de tierra en transacciones non santa en África, Asia y América Latina. En muchos casos, estas compras afectan directamente a comunidades campesinas y pueblos indígenas, que son desplazados sin consulta previa ni compensación justa.
La Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, alertó sobre los impactos del modelo económico sobre los territorios ancestrales. “La tierra está siendo convertida en mercancía. Para nosotros, no es un bien transable, es un espacio de vida colectiva, espiritual y política. Defender el territorio es defender la vida misma. Por eso, seguimos exigiendo la titulación colectiva y la protección de los territorios indígenas”.
Balances y desafíos
El Foro concluyó con la Declaración de Bogotá, documento construido colectivamente que recoge los principales consensos del evento. En ella, los firmantes se comprometieron a fortalecer las agendas de acceso a la tierra con enfoque de género, avanzar en procesos de restitución, titulación colectiva y reforma agraria, y a construir plataformas de monitoreo ciudadano frente al uso del suelo y los conflictos territoriales.
La ministra Carvajalino anunció que este Foro servirá como insumo para acelerar el cumplimiento del punto uno del Acuerdo de Paz, que plantea la reforma rural. “Vamos a traducir los aprendizajes de este encuentro en políticas concretas, en compras de tierras, en proyectos productivos, en caminos para la paz territorial”, sostuvo.
Pero los movimientos sociales también dejaron claro que la presión desde abajo será determinante. “Nada nos ha sido regalado. Cada hectárea recuperada ha sido producto de la organización, de la lucha, del trabajo colectivo. Seguiremos movilizados, vigilantes, empujando desde nuestros territorios”, afirmó Rosario Montes, delegada del Congreso de los Pueblos.
Colombia, faro y espejo
La realización del Foro Mundial de la Tierra en Colombia tiene un doble significado. Por un lado, es un reconocimiento a las luchas del campesinado, los pueblos indígenas y las comunidades negras que, pese a la violencia y el despojo, han logrado mantener sus proyectos de vida en los territorios. Por otro, es un espejo que nos muestra cuánto falta por hacer.
En un país donde el uno por ciento de los propietarios concentra más del 80 % de la tierra fértil, y donde persisten grandes intereses económicos sobre los territorios colectivos, la discusión sobre la tierra no puede limitarse a los foros. Debe traducirse en acción, en reforma, en justicia.
Colombia tiene ante sí la posibilidad histórica de demostrar que sí es posible una paz con tierra, una paz con justicia. Pero esa posibilidad no se concretará sin la voz y la acción de quienes siempre han estado en la raíz de esta lucha: los pueblos de la tierra.