Mujeres protagonistas en la conservación de la naturaleza. Foto ministerio de ambiente
Este enfoque busca erradicar la discriminación hacia las mujeres en todos los ámbitos de la vida social, siendo el ambiente un escenario clave para su aplicación
Por: Melba Arias Londoño
La perspectiva de género en cualquier política pública, normatividad, proyecto o investigación no indica que sólo debe referirse a las mujeres, excluyendo a los hombres. Estos también tienen género y, como tal, está igualmente referido a sus intereses, necesidades, aspiraciones y roles, los que están determinados por una socialización marcada por la ideología patriarcal.
Además, dada la jerarquización de los sexos, aquellos se han considerado el paradigma de lo humano, razón por la cual no padecen discriminación en este campo (la tienen en otras variables: raza, etnia, preferencias sexuales, religiosas o políticas), por lo tanto, la perspectiva de género en ellos es casi innecesaria.
En consecuencia, dicha visión se ha generalizado como referida al mundo femenino por su discriminación, menosprecio y subvaloración que en muchos aspectos subsisten, ignorando sus intereses, necesidades, situaciones, aspiraciones, logros y consecuencias negativas que pueden traer algunas políticas públicas.
Política de género no es incluir la palabra ‘mujer’
La perspectiva de género busca precisamente darle término a esa discriminación, por lo cual deberá contemplarse no sólo en las políticas públicas, sino en toda normatividad, escrito, proyecto e investigación, para visibilizar los beneficios o perjuicios que lleguen a causarle a las mujeres en sus intereses y necesidades.
Aplicar la perspectiva de género no basta con adicionar el término ‘mujeres’, a lo ya elaborado por y para los hombres, porque ambos sexos y géneros son diferentes y, por lo tanto, ellas no pueden elevarse a la categoría masculina. Cada uno de ellos tiene sus propias aspiraciones y limitaciones distintas.
A manera de ejemplo, para una perspectiva de género en un tema sobre medio ambiente, podrían considerase algunos puntos que conforman un símil entre la mujer y la naturaleza, en donde se plasman los intereses, necesidades, complacencias y malestares de ambas partes (considerando al universo como un ser vivo y que siente).
Bien por la exministra del Ambiente y Desarrollo Sostenible Susana Muhamad, quien en su momento actuó con decisión, respaldada por el presidente Gustavo Petro, un gran ambientalista.
El símil “mujeres-naturaleza”
La relación entre ellas ha sido amistosa y afín porque ambas han padecido lo que el patriarcado les ha proporcionado, bajo su ancestral dominio, por lo tanto, una y otra, dan generosidad, vida, salud, recreación, inspiración, comodidad, bienestar. Producen y reproducen.
Las dos proporcionan seguridad, pero también riesgos y peligros cuando se ven avasalladas, maltratadas, atropelladas, agredidas, abusadas y subvaloradas, pues sus sensibilidades no toleran esas violencias y cada una las enfrenta a su modo: las mujeres acuden al rechazo social y a la ley, y la naturaleza las expresa con muchas formas inequívocas y excepcionales de enojo y cansancio: cambio climático, heladas, desertizaciones, huracanes, inundaciones, calentamientos, erupciones, derrumbamientos, desbordamientos, secamientos y esterilidades.
Ambas son violadas y violentadas de manera diferente; las mujeres, en lo físico, sexual, mental, verbal, emocional y actitudinalmente; la naturaleza las padece con los atropellos que hacen a todos sus sistemas: agua, aire, suelo, subsuelo y páramos.
Las mujeres y la naturaleza odian la guerra por ser las que siempre salen más perjudicadas.
Ellas dos se muestran sociables, les gusta que les descubran sus bellezas y riquezas invaluables; las acaricien con respeto y admiren sus propiedades que en las mujeres son sus capacidades y virtudes, y en la naturaleza, sus productos, follaje, plantas, selvas, ríos, nevados, campiñas, atardeceres, calma, luz, frescura, refugios, parques originales, madrigueras, cosmos, minas y topografías.
Ellas sufren dolores, cuando se enferman, las menosprecian, ignoran, aíslan, manosean y destrozan sus partes sin fines nobles.
Tanto las mujeres como la naturaleza son comercializadas y propician el enriquecimiento de los poderosos; las mujeres en la prostitución, trata, propaganda publicitaria, trabajo doméstico gratuito y desigualdad salarial; la naturaleza en todos sus caudales cuando no son para el bienestar humano.
Mujeres y naturaleza se complacen cuando sus derechos son reconocidos, a las primeras ya se los han cumplido en la Declaración Universal de los DD. HH. (ONU) y en las Constituciones Políticas; a la naturaleza en las Cartas Magnas de diferentes países: Colombia, Ecuador, Bolivia, Costa Rica y algunos europeos.
Naturaleza y mujeres se solidarizan mutuamente, un ejemplo de ello es el de las indígenas de la selva Amazónica que disponen de una tierra negra (biochar), fertilizante de los suelos sin descomponerse, alimentada con los trocitos triturados sobrantes de la arcilla que han utilizado en la cerámica para sus vasijas y los regresan a la tierra; retornan así el material que les había proporcionado, en un acto de gratitud religioso.
Las mujeres andinas
A los pies del volcán Tunupa, en Bolivia, se extiende una infinita llanura blanca como la nieve, es un salar rodeado de las plantas de quinua. Las campesinas Aymarás y Quechuas hablan de una leyenda muy antigua, cuando a los pies del cráter llegaron varias mujeres muy hambrientas y le hablaron para que las protegiera. El volcán les regaló hojas y semillas de quinua para calmar el hambre y la sed, y para resistir el fuerte calor del sol y el frío de las escarchas. Ellas siguieron sembrando sus granos, que son muy benéficos para la salud humana.
Ambas se complementan en sus momentos esenciales, cuando las mujeres se dedican a dar rienda suelta a su creatividad en arte, música, pintura, poesía, historia, meditación, literatura, ballet, danzas, investigaciones científicas, programas y proyectos de toda índole, encuentran en la naturaleza su aliada especialmente en los atardeceres, amaneceres, noches solitarias, paseos por el campo, parques, playas, senderos ecológicos, o simplemente en un estudio, rincón de la casa y en una terraza con tejado en vidrios o claraboyas en donde puedan escuchar el “Concierto número uno para lluvia en soledad”.
Conexión profunda con la naturaleza
La naturaleza las comprende y brinda silencio, retiro, calma, tranquilidad, susurro del viento, canto de aves, croar de batracios, sonoro goteo del agua, armónicos colores del paisaje y el fresco o calor necesarios para su concentración y puedan poner en función su imaginación, conectar ideas e inspirarse.
En su sabiduría, les respeta su prudencia, permite percibir personajes de sus obras, reinterpretar sucesos históricos, ser audibles los compases musicales, visibilizar pasos de la rítmica y las danzas, enlazar imágenes para plasmar en lienzos de pintura, crear poesía, obras de teatro, sinfonías, proyectos.
Una y otra comparten la soledad no como necesidad biológica, sino como reflejo de un proceso creativo innato.
Esa enriquecedora relación facilita a las mujeres pausas mentales, ritmos naturales y melodiosos, pero es temporal no permanente, pues la desconexión del mundo exterior o misantropía afectaría su salud mental, pese a la grandiosidad de dicho contacto.
El escritor checo Franz Kafka (1833-1924), como hombre, también expresaba: “El silencio y la soledad son imprescindibles para escribir, componer o plasmar en el lienzo. Las noches son un santuario, un espacio suspendido en el tiempo, en donde puedo escribir”.
María Zambrano, escritora y filósofa española (1904-1995), comentaba: “Escribir es reforzar la soledad en que se está. Es sólo una ocasión que brota desde un aislamiento efectivo”.
Con información del Semanario Voz