Ansiedad, depresión y otras afecciones emocionales impactan negativamente a jóvenes. Mientras el acceso al tratamiento es limitado, algunos buscan alivio en inteligencias artificiales
Por Flora Zapata
Los trastornos de salud mental entre niños, adolescentes y jóvenes han alcanzado en Colombia niveles preocupantes. La Encuesta Nacional de Salud Mental, ENSM, del Ministerio de Salud (2015) identificó que el 6,6 % de los adolescentes reportó haber tenido ideas suicidas, con mayor prevalencia en mujeres ─7,4 %─ que en hombres ─5,7 %.
En la franja de 12 a 17 años, la fobia social fue el trastorno más reportado ─4,8 %─, seguido por ansiedad y depresión. En niños entre 7 y 11 años, el diagnóstico más frecuente fue el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, TDAH, con una prevalencia cercana al 3 %.
Salud mental en riesgo
Investigaciones de la Universidad Javeriana indican que la exposición temprana a eventos traumáticos como el abandono, el abuso o la violencia intrafamiliar incrementan significativamente el riesgo de trastornos emocionales. A esto se suman factores como las presiones académicas, el futuro incierto, el desempleo juvenil y un uso excesivo de redes sociales que intensifica la comparación, la frustración y el aislamiento.
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el impacto de la pandemia de covid-19 elevó en más del 25 % los casos de ansiedad y depresión entre jóvenes a nivel global. En Colombia, datos del Instituto Nacional de Salud indican que los casos de ideación suicida aumentaron en un 30 % entre adolescentes durante 2020. La interrupción de la vida escolar, las pérdidas familiares y el aislamiento afectaron profundamente a una generación que ya se encontraba emocionalmente frágil.
Acceso desigual
Aunque la Ley 1616 de 2013 reconoce la salud mental como un derecho fundamental, los obstáculos para acceder a servicios especializados son múltiples. Según el Observatorio de Salud Mental de la Universidad CES, solo entre el 20 % y el 40 % de los adolescentes que necesitan atención psicológica logran recibirla. En regiones rurales o periféricas, la cobertura es aún menor.
Colombia cuenta con menos de cien psiquiatras infantiles registrados, lo que resulta claramente insuficiente. Además, las demoras en asignación de citas, la discontinuidad en los tratamientos y la escasa inversión en prevención generan un escenario de urgencia. Iniciativas como la línea 192, opción 4, han atendido a miles de personas durante la pandemia, pero no suplen la necesidad de acompañamiento constante y presencial.
La virtualidad como respuesta
Ante esta carencia de atención profesional, muchos jóvenes han comenzado a utilizar herramientas tecnológicas, como chatbots de inteligencia artificial, para buscar ayuda emocional. Según un reportaje reciente de El País, plataformas como Replika, Character.AI y ChatGPT están siendo utilizadas por adolescentes para conversar sobre su estado de ánimo, recibir “consejos” o simplemente sentirse escuchados.
Estudios del MIT Media Lab y OpenAI han demostrado que estas interacciones pueden aliviar temporalmente la soledad o el estrés. Una revisión publicada en 2024 en Frontiers in Psychology encontró que los agentes conversacionales con enfoque cognitivo conductual contribuyen a disminuir síntomas leves de depresión. Sin embargo, también advierten que el uso excesivo puede reforzar el aislamiento y generar dependencia emocional hacia la IA.
No hay reemplazo para lo humano
Expertos del Colegio Colombiano de Psicólogos y la Asociación Colombiana de Psiquiatría han alertado que estas herramientas, aunque útiles como complemento, no pueden ni deben reemplazar la terapia profesional. La psicóloga Marian García, de la plataforma española Orbium, señala que “los bots tienden a confirmar lo que uno siente, pero no confrontan ni elaboran el dolor”. Además, muchos usuarios terminan alejándose de redes humanas de apoyo, buscando resolver frente a una pantalla su malestar en silencio.
Esta tendencia tecnológica también se entrelaza con el individualismo imperante. En una sociedad donde se premia la autosuficiencia y se castiga la vulnerabilidad, pedir ayuda sigue siendo un tabú. Como señala la Universidad Nacional, la mayoría de los adolescentes prefiere callar su malestar por miedo al juicio o al rechazo. Esta dificultad para verbalizar el sufrimiento emocional, incluso dentro de la familia o entre amigos, ha contribuido al crecimiento de alternativas digitales que parecen seguras porque no exigen exponerse frente a otro ser humano.
Un reto colectivo
La salud mental de los jóvenes en Colombia no puede ser tratada como un asunto privado o secundario. Se requiere un enfoque integral: mayor inversión estatal, articulación entre salud y educación, fortalecimiento de la atención primaria y educación emocional desde la infancia. La inteligencia artificial puede ser una aliada, pero solo si se inserta en un ecosistema de cuidado real, humano y colectivo.
La tecnología puede escuchar, pero no puede abrazar. Puede responder, pero no puede acompañar. Y, sobre todo, no puede sustituir la confianza que se construye cuando alguien decide ─por fin─ decir “no estoy bien” y sabe que será escuchado.
Con información del Semanario Voz