Hace unos años algunos sectores levitaban en el falso dilema de “agua si, petróleo no”, una apuesta alejada del mundo real. Ha quedado claro que en las condiciones de hoy el país requiere del agua y también del petróleo, hasta tanto vayamos transitando la transformación de esta realidad.

Por: Luis Jairo Ramírez

Con la destrucción de la industria transformativa, la producción de bienes de consumo y el agro, el país fue sometido por las elites gobernantes al atraso, quedando a expensas de un modelo extractivista, que, en las condiciones de un país como el nuestro, muy pronto quedaría con una economía en bancarrota.

Es irrefutable que la globalización neoliberal y sus empresas multinacionales, impuestas por los EEUU; su afán de acumulación capitalista, establecieron una economía de mercado y con ella una cultura del consumismo desaforado y a la vez una contaminación de todo tipo; esto a costa de la devastación de bosques, acuíferos y especies. Semejante barbarie ha conducido al mundo a una crisis climática, que nos tiene al borde de la autodestrucción. Con el conflicto actual entre EEUU (OTAN) y Rusia, por Ucrania, se están aplazando los presupuestos de la Unión Europea y los propios Estados Unidos en relación con la transición energética.

En Colombia la Gasolina, naftas y aceites lubricantes son la principal fuente de energía que se utiliza para el 65% de la industria que los usa, para mover 17 millones de vehículos, de los cuales 10.100.000 son motos; y el gas natural para atender el consumo de 10.5 millones de hogares.

Ahora, se ha pretendido reducir la discusión al impacto ambiental del petróleo como combustible, pero la cuestión es que los diversos derivados del petróleo también se usan para producir el asfalto para el suelo de calles y autopistas; la petroquímica, que convierte el petróleo como materia prima para elaborar plásticos, con los cuales se fabrican juguetes, botellas, artículos de cocina, envases, bolsas, sillas, mesas y miles de otros tantos productos de hogar; también utiliza el polietileno como fibra sintética para fabricar prendas de vestir y calzado, sustituyendo la lana y el algodón.

Derivados del petróleo también son las vaselinas, pinturas e impermeabilizantes; Jabones, cosméticos, perfumes y tintes; detergentes y plaguicidas; ceras parafínicas y muchos otros usos domésticos. Es evidente que somos altamente dependientes del petróleo y el gas. La pregunta básica es: ¿puede el país alcanzar en corto tiempo el desarrollo industrial y rápidamente sustituir las materias fósiles por otras para producir este volumen de bienes de consumo?

No tenemos duda que la transición energética no solo es una necesidad, es también una opción para posicionar al país como pionero en la implementación y desarrollo de energías renovables no convencionales en América latina.

Ahora bien, hay que entender también que este es un tránsito a lo largo de un camino, en un periodo de tiempo razonable calculado para alcanzar lo más pronto tal objetivo. Mientras tanto Ecopetrol debe seguir asegurando el abastecimiento del parque automotor, la industria y los hogares; hay que encontrar el gas y petróleo en nuestro territorio, de no hacerlo tendríamos que importar combustibles y gas con tarifas cinco o seis veces más altas con los consiguientes perjuicios económicos para todos.

Todo lo anterior implica que el país debe revisar con prontitud su actual modelo extractivista, estableciendo una política petrolera soberana, que comience por eliminar la Agencia Nacional de Hidrocarburos -ANH- y su costosa burocracia que fue constituida para debilitar a Ecopetrol y entregarla al capital privado.

Es urgente incrementar la participación del Estado en la renta petrolera y minera, aumentar las regalías y aplicarlas a proyectos de alto impacto regional, al mismo tiempo que deben eliminarse las exenciones tributarias.

Ecopetrol ha venido realizando tímidas inversiones en fuentes renovables, especialmente solar y eólica, este proceso debe fortalecerse, ampliarse a otras fuentes y hacerse más dinámico. Ecopetrol debe comenzar por transformarse en la Empresa Energética Nacional que lidere la nueva política petrolera y con ella, el proceso de transición hacia energías limpias; con la consulta y participación democrática de los trabajadores y las comunidades aledañas a los campos petroleros.

La transición también exige un cambio en las relaciones laborales, que implique el reconocimiento empresarial al ejercicio sindical y el respeto de los derechos laborales.

Llamamos al gobierno y la Junta directiva de Ecopetrol a hacer causa común con la USO para realizar encuentros regionales que expliquen porque la nueva política petrolera y la transición energética, son un requisito para la democratización, el progreso y la paz integral del país.

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