Una historia sutil como reconocimiento a las mujeres trabajadoras que han construido desde su cotidianidad las grandes transformaciones
Por: Atina Nudnay
Son las seis de la mañana y suena el despertador. Mientras sus párpados se resisten al cambio de ritmo circadiano, Analí piensa, ¿por qué la Gioconda escribió que amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres? Suena caprichoso aquel juego de palabras. Para Analí, lo más oportuno sería decir: amanece el pelo crespo en el día largo de las mujeres. Eso la representaría mejor, sobre todo ahora, que terminó contrato y está, como llaman los millennials al desempleo, en “vacaciones forzadas”.
Desde hace dos meses, decidió dejar sus hermosos crespos despeinados, ahora el día le parece más largo. Empezada la mañana cuenta con dos horas de libertad que representan 20 mil pesos que ya no gasta en peluquería y una mesa servida con un saludable desayuno súperreforzado para ella y sus tres colegas Marco, Gloria y Fede, a quienes Analí les llama rummis.
A las ocho de la mañana, en el apartamento 603 de la Torre 1 en la colina, inicia la carrera contrarreloj para Gloria y Fede, pues deben llegar a tiempo a sus oficinas. Sorprende ver una mesa servida a esa hora, rompe con la conveniente idea de ayuno intermitente que adoptó Gloria desde hace algunos meses, para poder ser más productiva y engordar menos, pero, en el fondo, ella y su gastritis saben que cocinar y llegar temprano al trabajo son realidades poco compatibles en una ciudad tan acelerada como la capital.
Dedícate a lo tuyo
Emociona a Fede la idea de llevar lunch a su trabajo, sobre todo porque un desayuno cerca de su oficina cuesta un ojo de la cara. En promedio hay que tener cerca de 15 mil pesos para lograr un desayuno apenas comparable con lo preparado por Analí.
A las nueve de la mañana, se levanta Marco. Las largas jornadas de trabajo, suponen trasnochar, levantarse tarde y externalizar toda labor domestica, en las que “invierte buena parte de su salario”.
Sorprendido por el gesto, agradece a Analí, sin embargo, con su acostumbrada seguridad le expresa: “No es necesario que hagas esto para mí, invierte tu tiempo en cosas más productivas… deberías concentrarte en buscar trabajo, el tiempo es oro y ya sabes lo que dicen de quien lo pierde. Mira mi ejemplo, tengo dos trabajos y me dedico a realizar cosas que verdaderamente son productivas, todo lo domestico lo pago, no me desgasto en esas cosas, tu eres una mujer preparada, dedícate a lo tuyo”.
Analí, como maestrante en estudios de género, conoce de economía y también de la ética del cuidado, sabe de las contradicciones propias que enfrenta la sociedad a la hora de hacer una lectura integral del tema. Comprende que se requiere de una profunda transformación cultural para superar el menosprecio histórico del aporte del cuidado a la economía.
Por tanto, invita a Marco a reconocer las maneras como el cuidado no remunerado desempeña un papel fundamental en el funcionamiento de la economía, pues permite que las personas participen en actividades productivas como el empleo remunerado, la educación o la política.
Marcos, el incrédulo
Analí invita a superar las expresiones displicentes y peyorativas de las labores domésticas, explica la importancia de este trabajo en la generación de la riqueza en la sociedad. Asimismo, expone como el cuidado incorpora un profundo significado político, pues el cuidado de niños y niñas, de personas mayores y personas enfermas o con discapacidad, ha permitido ver con mínimos de dignidad a poblaciones que el Estado ha abandonado por la falta de políticas públicas.
Explica las múltiples desigualdades generadas en la sociedad, pues este tipo de trabajo ha sido históricamente asignado a las mujeres, no ha sido remunerado y por el contrario ha sido invisibilizado y subestimado en los análisis económicos convencionales.
Analí describe como ha existido una distribución desigual del trabajo de cuidado que ha dado origen a las brechas de género y de qué manera el análisis crítico desde las teorías económicas feministas ha contribuido a visibilizar y valorar el trabajo de cuidado, cuestionando las concepciones tradicionales de la economía que excluyen este tipo de actividades.
Marcos sigue incrédulo, y dice: “es muy interesante lo que estudias, te felicito por tu conocimiento, sin embargo, lo cierto es que mientras tu estas sin producir, yo facturo por cada día de trabajo 200 mil pesos”.
Analí asienta y dice: “ratifico lo que te he explicado, justamente esa es la diferencia, mientras que tu trabajo, está reflejado en la economía formal, el mío sigue invisible. Mientras que tu recibes unas garantías laborales, mi trabajo, es entendido como un gesto de amabilidad. Mientras tu labor es monetizada, y no existe duda sobre eso, mi labor solo es reconocida con una palabra de complacencia y no existe reconocimiento económico ni social de la misma. Por mi parte, te diré, que soy una mujer trabajadora y productiva, en lo que va corrido de la mañana ya aporté a esta casa y a la sociedad y, estar desempleada no me hace improductiva”.
Gracias
Suena el teléfono. Analí contesta. De repente su mirada se ilumina, con gran entusiasmo cuelga y retoma su interesante conversación, con gran elocuencia afirma: “quiero hacer una pequeña rectificación de lo dicho antes, soy una mujer trabajadora y productiva, ademas ahora con empleo”.
Mientras Analí, celebra la noticia con su colega piensa: “Cuan diferente fuera esta sociedad si se ordenara en función del cuidado y no solo del poder, sin embargo, es una discusión por resolver”.
En la noche llega Analí a casa y sus rumis, la reciben con una elegante cena y un cartel gigante que dice: “El cuidado y la labor domestica es una labor que reconocemos y redistribuimos como un principio ético de convivencia. Gracias por tus Anali(sis) sobre el cuidado”.
Foto PNUD
Con información del Semanario Voz