Desplazar a China como segundo inversor en América Latina, apoderarse de los recursos naturales de la región y construir nuevas bases militares, objetivo de Estados Unidos.

Por: Ricardo Arenales

Con la llegada de Javier Milei al gobierno, Argentina se viene convirtiendo paulatinamente en un país piloto de una renovada política intervencionista de EE. UU. en el continente, que muestra una doble estrategia: apoderarse de los recursos naturales y desalojar a China de su papel de inversor en obras de infraestructura para la región. Es decir, Washington viene por todo.

Sin pretender dar una mirada a la geoestrategia global de la nación norteamericana, la ofensiva diplomática, personificada en la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, generala Laura Richardson, se da en momentos en que las iniciativas estratégicas norteamericanas pierden terreno en Asia y el Oriente Medio; y algunas empresas transnacionales empiezan a retirar capitales de Estados Unidos, ante la terquedad de la Casa Blanca de seguir apoyando un largo conflicto en Ucrania, a su socio genocida de Israel, y ante la posibilidad de que Donald Trump regrese a la Oficina Oval en noviembre próximo.

En el caso de Argentina, las visitas de Richardson son un asunto frecuente. En 2022, se reunió con Cristina Fernández de Kirchner; en 2023 con el ministro de Defensa Jorge Taiana. En el caso más reciente, inició una visita el pasado 2 de abril a Buenos Aires, que causó malestar entre un sector de las Fuerzas Armadas, porque precisamente ese día se cumplían 42 años de la guerra de Las Malvinas, territorio usurpado por el Reino Unido, y el cual diferentes gobiernos argentinos han reclamado soberanía.

Con China nada

Bajo administraciones anteriores del peronismo, la jefa del Comando Sur, en tono suave, hizo conocer las pretensiones de Washington sobre el territorio gaucho. Un veto a la base civil de observación espacial de Neuquén, manejada por China en asociación con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, Conae.

En 2022 y 2023, las autoridades del país austral informaron a Richardson que esa base de observación es igual a la que tiene la Unión Europea en Malargüe, en la provincia de Mendoza. No habría, por tanto, razón alguna para mantener una actitud de prevención frente al trabajo científico que se adelanta con la asesoría china. La Estación de Espacio Lejano en Neuquén es una instalación de cooperación tecnológica espacial.

Milei ha declarado ser incondicional a los intereses norteamericanos, Laura Richardson ha endurecido su discurso y la exigencia es clara: EE. UU. quiere la salida definitiva de China del territorio argentino y hará lo posible para que también abandone a América Latina.

Pero sí quieren bases norteamericanas

A los Yanquis les, molesta también la construcción de un puerto sobre el Río Grande, región de Tierra del Fuego, con tecnología del gigante asiático. Y, a cambio de la asesoría china, con el mayor desenfado, Washington muestra su estrategia: construir dos bases militares norteamericanas en El Chaco y Neuquén. Ahora las llama ‘bases humanitarias’, para no despertar la indignación latinoamericana.

Una estrategia similar se aplicaría en toda América Latina. Terminada su visita a Argentina, la oficial viajó a Guayana, en actitud provocadora hacia Venezuela, que reclama soberanía sobre una parte sustancial de ese territorio sobre el mar Caribe. En momentos en que se endurecen las diferencias territoriales y Venezuela, además, adelanta un crucial proceso electoral, la visita de Richardson no fue vista con buenos ojos.

Nicolás Maduro, en defensa de la Guayana Esequiba, denunció que en ese territorio en disputa se han instalado bases militares secretas del Comando Sur y núcleos de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, con el fin de preparar agresiones contra la nación bolivariana.

En Colombia, cada vez toma más fuerza la versión de que EE. UU pretende convertir a Gorgona en un puesto de observación naval que en el mediano plazo se convierta en una base de operaciones de la Marina.

Armamento para Latinoamérica

Entre el 7 de abril y el 16 de mayo, un grupo de efectivos de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos recibieron autorización del Senado de Uruguay para ingresar a ese país y participar en ejercicios conjuntos con la Fuerza Aérea de Uruguay, FAU.

Las maniobras serían parte de un esfuerzo por relanzar la cooperación con Uruguay, que incluye la compra de armamento norteamericano y donaciones de equipo destinado a las Fuerzas Armadas locales. Richardson estuvo en febrero en Uruguay; habló de la estrategia de su país de ‘fortalecer la cooperación’.

El lenguaje no es el mismo para todos los países. En marzo pasado, en una rueda de prensa en Washington, la alta oficial calificó a Venezuela, Cuba y Nicaragua ─miembros de la Alianza Bolivariana de los Pueblos, ALBA─ de apoyar supuestas “actividades malignas en la región”.

El verdadero juego

El secretario ejecutivo del ALBA, Jorge Arreaza, rechazó “el cinismo, la soberbia y el descaro” de Richardson. “Nada ha contribuido más a la desestabilización de los procesos democráticos en la región, que la injerencia permanente y guerrerista de Washington”, dijo el funcionario.

“¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tiene el ‘triángulo del litio’, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 por ciento del litio del mundo está en el ‘triángulo del litio’: Argentina, Bolivia, Chile, las reservas de petróleo más grandes, incluidas las del crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana”; “tienes los recursos de Venezuela, con petróleo, cobre, oro…el Amazonas, los pulmones del mundo…tenemos el 31 por ciento del agua dulce del mundo en esta región, tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego”.
Con información del Samario Voz

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