Según investigaciones, existen mayores riesgos de suicidio en jóvenes con uso excesivo o problemático de las redes sociales/internet. Foto Pexels

La autora de la Ley de Salud Mental explica la necesidad de la nueva norma que busca, entre otras cosas, disminuir las crecientes cifras de suicidios, violaciones y riñas, así como las medidas preventivas que se inician a implementar

Por: Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

Olga Lucía Velásquez Nieto, representante a la Cámara por la Alianza Verde. Foto cortesía

La representante a la Cámara por Bogotá, Olga Lucía Velásquez Nieto, entregó a VOZ cifras y diagnósticos que producen preocupación, y evidencian la necesidad de implementar las medidas preventivas y curativas de la nueva Ley de Salud Mental, sancionada por el presidente de la República el pasado 25 de junio.

¿Cuáles son los diagnósticos que la ponen a pensarse en una Ley de Salud Mental?

La sociedad colombiana está enferma. Cada hora, cinco personas intentan quitarse la vida y cada día ocho lo logran. Cada día, la Policía atiende 400 riñas y el Instituto Nacional de Medicina Legal, 500 lesiones personales diarias en su mayoría por intolerancia, porque no saben solucionar los conflictos a través del diálogo.

Por cada cuatro mujeres que intentan suicidarse un hombre lo intenta; y por cada cuatro hombres que se suicidan, una mujer lo hace.

Los niños son las principales víctimas de la ausencia de salud mental y
de personas con trastornos mentales. Foto Wallace Castro, Pexels

Esto evidencia que tenemos una cultura machista donde se le dice al hombre que no puede llorar, que expresar los sentimientos es de personas débiles y vulnerables y resulta que no, porque expresar los sentimientos ayuda a asimilar y a gestionar las emociones.

Además, cada día 53 niños y niñas son víctimas de abuso sexual y cerca del 80% de los casos es por familiares o conocidos. Cada hora, siete personas son víctimas de violencia intrafamiliar, el 80% de estos casos son niñas y mujeres.

Hay suicidios, intentos de suicidio y dentro de ellos en los últimos 10 años, cuatro mil fueron de menores de edad, y de esos varios de 10, 11 y 12 años. Es una sociedad que necesita atención.

Salud mental y trastornos mentales

Con base en ese diagnóstico, ¿qué pretende la Ley?

Uno, acabar con el estigma que hay alrededor de la salud mental. Y para eso se tiene un componente promocional, que significa que le vamos a enseñar a las personas qué es la salud mental y la diferencia entre hablar de salud mental y trastornos mentales. Los trastornos mentales son la nueva pandemia del siglo XXI.

¿Puede explicar la diferencia entre salud mental y trastornos mentales?

La salud mental es un estado de bienestar, de equilibrio entre el cuerpo y la mente, es la posibilidad de encontrar mi proyecto de vida, de resolver las dificultades a través del diálogo, de superar los obstáculos que se me presentan a lo largo de la vida. La salud mental es la armonía que se establece en mis relaciones conmigo misma y con mi familia.

Y los trastornos mentales son afectaciones que se tienen por mala salud mental.

Están la ansiedad, la depresión, la bipolaridad, la psicosis y la esquizofrenia, entre otros.

Los determinantes sociales

¿Se puede decir que la salud mental depende de las condiciones materiales de una persona en su entorno, por ejemplo, laboral o económico?

Por supuesto que sí. Un determinante social que afecta la salud mental es el desempleo, porque una persona que estudia, que se gradúa de la universidad, que hipoteca la casa para poder estudiar, y se gradúa y pasa un año y no consigue empleo, pues empieza a sentirse frustrado o frustrada, luego deprimido y muchos se han quitado la vida.

Las deudas son otro detonante que afecta a la salud mental. También está la inseguridad, la gente siente delirios de persecución, la gente siente que está atrapada dentro de su propio barrio, dentro de su propia casa. La inseguridad genera ansiedad y delirios.

La movilidad es otro determinante, porque una persona que sale de su casa y de pronto va en su carro y otro va afanado para el trabajo, para una cita médica o lleva un enfermo y de repente se le atraviesa otro carro, y en lugar de bajarse y decir, “Le pido excusas, me equivoqué”, no, se bajan con una cruceta o se bajan con un arma, a amenazar, a golpear. O cuando usted va a su trabajo y se demora dos o tres horas en un transporte público, empieza a generarle ansiedad porque va a llegar tarde.

Otros detonantes

¿La falta de esa salud mental sumada a unos determinantes puede ayudar a producir los trastornos?

Sí, totalmente.

Entonces, ¿esa salud mental está determinada por condiciones de carácter económico y social, que en nuestro caso son impuestos por el modelo económico?

Así es.

¿Puedo concluir que el modelo económico, a lo que se suma la violencia, tiene a la sociedad sin salud mental o hay otros elementos?

No, hay otros, también hay químicos, es decir, también hay situaciones donde el cuerpo, la genética tiene una incidencia frente a la ocurrencia de algún trastorno mental, pero en su mayoría son por los determinantes sociales. Además, la salud mental es individual, familiar, colectiva y comunitaria.

¿Puede profundizar lo de salud mental comunitaria?

Cuando en un barrio o en una comunidad en general se tienen falsas creencias y cuando una persona es distinta, es extraña, en lugar de preguntarle qué siente, qué tiene, lo que hacen es excluirla. La exclusión es una característica de una mala salud mental.

Pero hay acciones positivas y le voy a poner un ejemplo. Resulta que Vaupés empezó a ocupar el primer puesto en suicidios. De hecho, la tasa de suicidios es de 38 por cada 100 mil habitantes y el promedio nacional es de 5.7. Y la Universidad de los Andes se fue con Médicos Sin Fronteras a indagar qué es lo que estaba pasando.

Identificaron afectación en la cosmovisión y la cosmogonía de la población indígena, especialmente los jóvenes, por el consumo de chicha de yuca brava, que tiene componentes alucinógenos, y estaba provocando ideación suicida. Estos factores, más el conflicto armado, el reclutamiento forzado, afectaron a la comunidad.

Un ejemplo

¿Qué acciones tomaron?

Dijeron: “Bueno, los jóvenes que consuman chicha de yuca brava y que lo identifiquen en una fiesta, pues avisar a la familia y estar pendientes”. Eso es una acción protectora de la comunidad.

Se empezaron a hacer capacitaciones. Entonces, la comunidad afecta en positivo cuando se organiza, identifica y adquiere herramientas para ayudar a los demás.

¿Cómo la Ley empieza a atenuar o tratar de solucionar estos problemas?

En comunitarios se crean los primeros auxilios en salud mental para todos los mecanismos de participación: juntas de acción comunal, consejos de administración de propiedad horizontal. Promocionar desarrollo de conocimientos pedagógicos, didácticos sobre la salud mental, sobre los trastornos, sobre autocuidado y prevención.

Están los tamizajes en las instituciones educativas, no solamente de los estudiantes, sino de los docentes y personal administrativo. Tamizajes en el sistema de responsabilidad penal adolescente y en las personas mayores privadas de la libertad.

Estos sirven para identificar alertas, para establecer si una persona tiene o no algún trastorno, y si lo tiene establecer cuál es la hoja de ruta, el tratamiento para garantizar una resocialización pertinente, coherente y oportuna.

Los recursos

Todo esto exige una gran inversión en cuanto a personal de salud como psiquiatras, psicólogos e infraestructura.

Claro y por eso la Ley crea una subcuenta de salud mental, dentro del presupuesto para asignar recursos de manera directa, eso no existía.

Actualmente, se le asigna el presupuesto al Ministerio de Salud que para este año son 61.1 billones de pesos, y el Ministerio lo distribuye dentro de sus áreas. Y para salud mental, ubicada dentro de las enfermedades no transmisibles, y dentro de no transmisible se encuentra la vacunación, pues todo se lo lleva la vacunación y a la salud mental le quedan las migajas.

Por eso, esa subcuenta donde se asigna de manera directa el presupuesto es fundamental para transformar la forma de abordar, de implementar las políticas y la Ley en Salud Mental.

¿Cuánto personal se requiere, hay que contar con nueva infraestructura?

En materia de capacidad instalada y de disponibilidad de profesionales falta mucho. Tenemos en Colombia 1.8 psiquiatras por cada 100 mil habitantes y el estándar es 17. Tenemos 1.8 camas y el estándar es cinco.

Es decir, hay que invertir recursos no solamente en formación, en capacitación, sino en inversión física para tener la capacidad instalada que se requiere.

¿Qué presupuesto se requiere?

El primer reto es el presupuesto del año 2026, que podamos crear la subcuenta. Vamos a solicitar que se dé inicio con por lo menos 500 mil millones de pesos.

Superar paradigmas

¿Cómo enfrentar ese problema cultural de que la gente cree que si va al psicólogo es porque está loca?

Ese es el estigma que tenemos que quitar. El hecho de que yo vaya al psicólogo o al psiquiatra no significa que esté loca o que esté loco. Y eso es parte de la historia que ha tenido la salud mental en el país.

Hay un lugar que caracteriza mucho la salud mental y es Sibaté, donde está el hospital Julio Manrique, que está desolado, abandonado. Allí se vivió la exclusión a las personas que les identificaban algún trastorno mental, creían que estaban poseídas por brujería, por el diablo, que tenían que hacerles exorcismos. La diferencia se condenó.

¿Qué define la Ley para eso?

Hemos definido octubre como el mes de la salud mental y vamos a desarrollar actividades promocionales, de capacitación, lúdicas en cada rincón del país para volver normal hablar de salud mental, para que deje de ser tabú, que deje de ser un mito y normalicemos lo que efectivamente es normal.

Lo normal es la armonía, es el buen trato, es el equilibrio y lo anormal son las riñas, el maltrato, la violencia.

Que volvamos normal la salud mental, el equilibrio, la armonía, la prevención y el autocuidado.

El exceso de trabajo o la sobreexplotación laboral es uno de los determinantes sociales de la falta de salud mental. Foto Pexels

Inicia la implementación

¿Por qué esto no fue un capítulo de la reforma a la salud y tuvo que ser una ley aparte?

Porque cuando se radicó la reforma a la salud la primera vez, con la ministra Carolina Corcho, a pesar de ella ser psiquiatra se negó a incluir el capítulo y yo decidí radicar la Ley aparte.

¿Con qué argumento se negó?

Que si hacía un capítulo para salud mental tenía que hacer uno para los ortopedistas, para los optómetras, un capítulo para cada especialidad.

Yo le argumenté diciéndole que era distinto: “No es lo mismo, no hay una pandemia de ortopedia, no hay una pandemia de oftalmología, aquí hay una pandemia de trastornos mentales y usted como psiquiatra debería apoyarnos”. No llegamos a ningún acuerdo.

¿Cómo inicia la implementación de esta Ley?

Dentro de los próximos días vamos a tener una reunión con el ministro de Salud y con el viceministro Urrego para establecer esa hoja de ruta, ese plan de acción, pero también para la política pública que se sancionó el mismo día de la Ley.

Estoy convencida y confío en que, si cambiamos, si transformamos la forma de ver la salud mental individual, familiar y comunitaria vamos a hacer una sociedad más próspera, más productiva, más feliz.

Más sindicatos y más psicólogos

Si la salud mental está determinada, entre otros aspectos, por pobreza, hambre, desempleo, deudas, ¿la Ley no se queda corta si esas relaciones económicas de desigualdad se mantienen?

Uno podría decir: “Bueno, lo que pasa es que aquí hay temas estructurales que, si no cambian, pues nunca va a pasar nada”. Pero si me quedo con esa idea, nunca hago nada. Tenemos que empezar y estamos dando los primeros pasos para hacer un abordaje distinto y generar una verdadera formación.

Sí, porque hay un refrán que dice que se necesitan menos psicólogos y más sindicatos; pero con lo que usted explica necesitamos muchos más sindicatos y muchos más psicólogos.

Necesitamos mucha más participación, mucha más conciencia de la importancia del autocuidado. A veces le echamos la culpa a todo el mundo de lo que nos pasa y no asumimos responsabilidades como personas.

Entonces, necesitamos estar pendientes de lo que pasa a nuestro alrededor, si estamos comiendo bien, si estamos durmiendo. Hay personas que se acuestan, pero no duermen. Hay personas que cambian su comportamiento, viven con nosotros y no nos damos cuenta de qué está pasando en ellos.

Hay personas que eran alegres y de repente están tristes, no quieren salir, se la pasan irritables, no se les puede decir nada. Y en lugar de preguntarles qué les pasa, inmediatamente lo que hacemos es juzgar como colombianos y decir: “No, pero comió alacrán, quién sabe qué le pasó”.

Resulta que tenemos que empezar a generar transformaciones, inclusive, como hablamos y como nos hablamos a nosotros mismos.
Con información del Semanario Voz

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