El complejo educativo y cultural “Alicia Correa de Jaramillo”, inaugurado este 25 de junio de 2023 en el municipio de Anzoátegui (Tolima), es una iniciativa para mostrar en el departamento e incluso, en Colombia.

Por Nelson Lombana Silva

La gran pregunta e inquietud es ¿Cómo garantizar su permanencia en el tiempo y en el espacio cumpliendo su misión para la que fue creada? El temor es que se convierta en un “elefante blanco” y termine como tantas obras han terminado, no solo en este municipio, sino en el departamento y en el país.

¿Cómo convertirlo en la meca de la cultura, de la educación, de la vida, de la esperanza y del cambio estructural que necesita esta noble comunidad cordillerana?

El profesor Jorge Hernández Cortés, quien fue condecorado durante la inauguración por el señor alcalde, dijo sin ambages que el proyecto había avanzado solo en un diez por ciento. Si bien no tuve la precaución de preguntar por qué esta afirmación, durante el regreso a la ciudad de Ibagué, un mundo de conjeturas surgió en mi mente como por sortilegio. ¿Qué quiso decir con esto?

Podría ser por la magnitud de la obra o quizás, por el concepto que tiene la comunidad anzoateguiense de la educación y la cultura en el siglo XXI.

Hay que tener en cuenta que el neoliberalismo impuso la subcultura del nihilismo, doctrina filosófica que considera que al final todo se reduce a nada, por lo tanto, nada tiene sentido. Esta corriente idealista rechaza todo tipo de principios, fundamentando su creencia de que la vida no tiene sentido.

Esta postura es carburante para el fomento de vicios propios del capitalismo como el alcoholismo, la drogadicción y la prostitución que al lado de canciones que dicen, por ejemplo: “la vida no vale nada”, “quisiera matarte para que no sigas engañando”, o la música de la juventud (no toda), pero sí una gran mayoría, se convierten en Valium para que la gente no piense, ni tenga deseos de superación, de buscar la felicidad y la praxis de la convivencia en comunión.

En esas condiciones, ¿Qué sentido tiene una obra de tanta envergadura? Si somos partidarios del nihilismo no dudaríamos en decir que no tiene sentido y más bien es un pretexto para justificar una suma de dinero, una posición politiquera, etc. Pero, si somos personas con visión universal, con humanismo y responsabilidad, miramos un centro cultural y educativo de esta magnitud como una posibilidad de salir del oscuro laberinto y ayudar al proceso de paz desde la cultura y la educación.

Es más: Si tenemos certeza que un centro cultural y educativo de estas características puede contribuir a romperle el espinazo a los vicios y a la quietud perenne de la masa, negando el conformismo y el falso tradicionalismo, las posibilidades de un cambio real serían ciertas e inevitables en el municipio de Anzoátegui (Tolima).

Propuestas e iniciativas

El sostenimiento económico y la funcionalidad del centro, son dos temas vitales. No sería utópico hacer contacto con algunas embajadas, sobre todo para el primer punto. Para el segundo aspecto, lo fundamental es que el pueblo en su totalidad o por lo menos, la mayoría entienda la importancia de esta construcción. Si cada habitante anzoateguiense no entiende que esta obra es para su bienestar y de toda su familia, no pasará nada y las telarañas se tomarán rápidamente la edificación sin un doliente que esté dispuesto a levantar la voz de protesta en su defensa.

Si logramos movilizar a los niños, a las niñas, a la juventud, a los adultos mayores, hombres y mujeres, a los visitantes y las distintas colonias regadas por el país y más allá, la edificación permanecerá en el tiempo y en el espacio cumpliendo con su misión. Es decir, la idea es hacer una minga muy grande, muy democrática y muy participativa, con el liderazgo de la secretaria municipal de cultura.

La idea es que haya un compromiso real de todos y todas, desde una planeación donde se vincule a todo mundo, sin distingo de ninguna naturaleza. Crear la necesitad de visitar el edificio y mejor aún: Hacer parte de las iniciativas que diariamente se desarrollan allí. Hay que fomentar el sentido de pertenencia y la identidad regional sin ningún tipo de chauvinismo.

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