Con plenas garantías otorgadas por el Gobierno del Cambio del Pacto Histórico que encarnan: Gustavo Petro y Francia Márquez, la rancia oligarquía narcotizada, haciendo derroche de diversos artilugios y aprovechando el analfabetismo político, el poder mediático y el miedo al cambio, movilizó su amorfa masa en algunas ciudades capitales de Colombia.

Por Agamenón

El gobierno del cambio queda bien parado una vez más en la arena internacional, por cuanto su prédica coincide con la praxis. La masa amorfa y alienada pudo expresarse a su modo y con plena libertad. En realidad, no se había presentado en Colombia un hecho de esta naturaleza, porque el terrorismo de Estado era la constante con el Esmad, el paramilitarismo y el militarismo.

En el caso particular de Ibagué, cerca de dos mil personas, se movilizaron por la calle quinta arribando al parque Manuel Murillo Toro. Mucho mirón se hizo presente a pesar de la lluvia mañanera. “Abajo las reformas de Petro”, coreaban. A la pregunta elemental, el marchante no respondía o eludía el interrogante. Es decir, ¿usted está de acuerdo con que la salud siga siendo un negocio de unos cuantos? ¿Quiere que el anciano no tenga esperanza de jubilarse? ¿Quiere que el país viva en guerra perpetua? ¿Quiere que Colombia siga siendo una narcodemocracia?

Ni una respuesta. El libreto sin mucha creatividad era, ¡abajo Petro!

Lucha de clases

Los procesos no se dan linealmente, suceden a manera de saltos, con avances y retrocesos, en espiral. Por eso, se presenta lo que se presentó ayer. Un pueblo atemorizado, analfabeta político y presionado por una oligarquía criminal y narcotizada, es obligado a salir a gritar en contra del cambio, en contra suya, no porque tenga plena conciencia social y de clase, sino fruto del analfabetismo y del inmediatismo de recibir un billete o un saludo hipócrita del cacique de turno.

Vi en la marcha, siniestros personajes que acabaron con el comité departamental de cafeteros, vendieron los activos y el dinero desapareció como por sortilegio. Además, contribuyeron con la desaparición de los bienes de la federación nacional de cafeteros, como la flota mercante Gran Colombiana, la Patria en los mares, el banco cafetero y decenas de bienes más. Esas “ratas”, autoproclamadas “hombres de bien”, sacaron pecho sin el más elemental espíritu autocrítico.

También observé personajes de dudosa ortografía cuestionados públicamente por tener o haber tenido nexos con el paramilitarismo y con el desfalco del erario público, políticos sempiternos mentirosos y tramposos que han forjado su fortuna sobre la escuálida espalda del sufrido tolimense; parlamentarios jubilados con pensiones que superan los 18 millones de pesos.

Sin embargo, no vi a los verdaderos dueños del país desfilar, ellos se comprometieron con sacar el dinero, mucho de él, untado de narcotráfico para financiar la marcha. Ingenuamente, el pueblo negando su clase social, se puso a órdenes de la clase social de la cual no ha pertenecido ni pertenecerá nunca. Así, pues, sale a flote la lucha de clases que nos planteó el maestro de los pobres, el filósofo Carlos Marx desde 1848, en el Manifiesto Comunista. Este pensamiento resulta vigente, así la publicidad mediática diga cosa distinta.

¿Qué hacer?

Hacer una lectura científica del momento histórico, sin apasionamientos, sin sectarismos y menos, sin pesimismos de ninguna naturaleza. Auto examinarnos desde el militante más humilde hasta el de mayor responsabilidad política. Corregir lo que haya que corregir en terrenos tan importantes como el educativo, el organizativo y el político. Cada militante del Pacto Histórico – por ejemplo – debe convertirse en un verdadero cuadro militante. Nada de sentarse a ver pasar el cadáver del capitalismo.

Masificar los logros del Gobierno del Cambio, fortalecer la prensa alternativa e impulsar estrategias creativas y certeras que contribuyan a derrotar el analfabetismo político de las masas. Enseñar más con el ejemplo que con la palabra. No dejar de librar una sola batalla ideológica y política como lo indicara en su momento el comandante Fidel Castro Ruz.

Nada de pánico. Él se lo dejamos a los cobardes que no sienten como nosotros, decía Jorge Eliécer Gaitán. Yo diría, el pánico se lo dejamos a los oportunistas y traidores que siempre están dispuestos a cambiar como el semáforo. La marcha de ayer, es un reto, un desafío que nos convoca a conmemorar el primero de mayo con grandeza y conciencia de clase, a salir masivamente, lo cual se da si comenzamos a organizarlo desde ahora, yendo a la vereda, al barrio, a la comuna, al corregimiento. Si el sindicalismo, tan venido a menos, asume una postura autocrítica y recupera su carácter clasista y consecuente con el obrero, el trabajador, el pueblo colombiano. No hacerlo así, estaríamos condenados a otros cien años de soledad, como diría nuestro nobel de literatura, Gabriel García Márquez.

Panorámica de la movilización en Ibagué, contra el cambio que encarna el Pacto Histórico. Foto Nelosi

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