“Por ti tiene razón la primavera y la luz y la tarde y el sonido.

Y por ti el corazón arrepentido vuelve desnudo y casto hasta su vera.

Por ti saben los ríos el camino que conduce otra vez hacia la nube y el viñedo la sangre para el vino”.

Por Francisco A. Cifuentes S.(*)

(“Por ti”. Carmelina Soto)

Para atreverme a presentar esta magnífica exposición de las últimas obras de arte pictórico del maestro Calarcá, me he permitido acudir a unos versos maravillosos de la insigne poeta quindiana Carmelina Soto, quien también está homenajeada con el pincel del pintor en esta galería. Ella nos regala aquí el corazón, la primavera, la tarde, el sonido, el camino, las nubes, la sangre y el vino, justamente todos los elementos que están bellamente armonizados en el trabajo del Maestro Calarcá. Pero cuando la poetisa alude a la luz, es preciso recordar las breves palabras de Rembrandt sobre la definición de la pintura: “La pintura es la luz, la luz”. Y así es como se puede apreciar el trabajo de la luz en esta colección de piezas maestras.

Será necesario acercarnos y distanciarnos y afinar la retina para captar los rayos del sol, la lumbre de la luna, el esplendor del fuego, la iluminación sobre los rostros, los bellos cuerpos desnudos o semidesnudos, el despertar de la cordillera, el bautizo del agua y recordar como desde los orígenes del ser humano estamos guiados por la luces y las sombras de los mitos, las diosas y los dioses, que con sus flores y sus misterios nos invitan a regresar al santuario de la naturaleza primigenia ante los estragos de la modernidad.

Para el pintor Arlés Herrera cien años no es nada; pues viene aprovechando muy bien lo que le ha tocado vivir durante el siglo XX y esta treintena del XXI, ya que nació en Armenia hace 91 años y casi toda su vida la ha dedicado al arte y la literatura. Como dice nuestro común amigo Mario Baena, “Calarcá ha sido un peregrino en muchas tierras”. Empezó estudiando en Cali y posteriormente estudió pintura en Moscú, con esa formación regresó a Colombia para dibujar, pintar y educar, convirtiéndose en un pionero en el difícil y delicado arte de enseñar la caricatura con pasión y conocimiento de sus detalles.

Arlés nos confesó que es hijo de un inmigrante hindú con una campesina quindiana, por lo cual tiene sangre oriental y sangre quindiana, lo que evidencia perfectamente el tono de su rostro y la candidez de su mirada. Nos dijo con entereza que se autodenominó Calarcá por el grado de admiración histórica que le tiene a nuestro gran cacique, siguiendo además su ruta de lucha, por medio de las armas que le han dado su ingenio y su arte, trabajando con lápiz, carboncillo, pincel, óleo y acrílico, con plumilla, en blanco y negro y en deslumbrantes colores que le han permitido ser el demiurgo de los personajes y paisajes que ahora están entre nosotros.

Dado su ideario y sus filiaciones, ha trabajado en el semanario “VOZ”, por más de medio siglo y, de las piezas que ha hecho totalmente a color, tiene un libro titulado “Rastreando Rostros” donde desfilan desde el filósofo Antanas Mockus hasta la humorista La Gorda Fabiola, a lado del existencialista Jean Paul Sartre, el cineasta Orson Welles, el músico Igor Stravinski, el premio nobel de literatura Gunter Grass; además del risueño Hugo Patiño, Teresita Gómez la pianista, Celia Cruz cantando Azúcar, el dramaturgo Santiago García que está excelentemente dibujado, la bella y enigmática Frida Kahlo, a nuestro querido Jorge Luis Borges le dedica dos trabajos, Martínez Salcedo el del Corcho, el político Edward Kennedy, al pintor Francisco de Goya, al escritor Milán Kundera, al autor del glasnost y la perestroika Boris Yeltsin, a Don Francisco de Quevedo. Y hay una serie muy especial donde aprovecha la figura de un chimpancé para pintar al presidente de los Estados Unidos y para mostrar los sádicos; también produjo su Cristo Colombiano donde resalta el tema de la violencia sobre todo la paramilitar. Así mismo hay trabajos muy curiosos como Sin tetas no hay paraíso y otro excelente sobre Marx Groucho, posan también Cortázar y Salvador Dalí. En fin, es toda una mirada por la historia de la cultura, la política, el arte, la farándula, gracias a sus colores, lápices, pinceles, rayones ingeniosos, que demuestran su conocimiento de la historia y la cultura de su tiempo y otras épocas.

En materia del arte de la caricatura Calarcá, sin lugar a dudas, está dentro de la pléyade de Ricardo Rendón, Mingote, Vlado, Matador, Caballero, Osuna, Pepón, Pelosa y otros que han hecho reír, odiar y meditar por medio de la crítica aguda, la ironía, la desfachatez, el cinismo, la comicidad, la burla o el especial elogio. El pertenece sobre todo a la categoría de la caricatura política y con ello hace parte de la historia política de Colombia cargada de crítica social, con la defensa de sus ideales populares, demostrando siempre su maestría en el dibujo.

Ahora, en pleno 2024, a sus 91 años, nos sorprende una vez más con su incansable poderío creador, que ha vertido en las pinturas donde demuestra con finura el manejo del acrílico, cargado de azules, verdes, amarillos y dorados, personajes hechos con ternura, evidenciando un cierto erotismo natural, mujeres ataviadas de tocados de flores y de plumas, acercándonos al asombro y el embrujo de la mitología nacional y deleitándonos con perlas, orquídeas y otras flores, palmas autóctonas, la selva y la cordillera que enorgullece nuestra patria.

Pero hay algo muy especial en esta exposición. La contemporaneidad ha vuelto a colocar sobre el tapete la discusión del tema femenino en las ciencias sociales, siendo el arte un abanderado de denuncias y reconocimientos; a lo que un artista mayor se ha sumado desde siempre, pero ahora con un tributo digno de admiración, rescatando personajes femeninos ya históricos, a las deidades precolombinas y a damas no reconocidas, en las cuales él colocó su ojo y su mano para hacerlas pasar a la historia de la cultura nacional.

El Maestro Calarcá ha traído a este banquete de los colores a Carmelina Soto para que acompañe con su canto las Amazonas, las mujeres de Sibundoy, las Palenqueras, una bella Novia Emberá, las verdaderas matronas de nuestros orígenes históricos como la Cacica de Guatavita, La Gaitana, la Cacica Dabeiba, a Tayarú Diosa del Chaira y nos da a conocer a Aulima y Fura para un rescate mitológico e histórico que a muchos escritores se les escapa. Este también es el caso de Betsabé Espinel, María Antonia Ruiz, Casilda Cundamá y nuestra querida María Libertad que ha estado de combate en combate y ahora es un personaje de la urbe de nuestros amores.

Nos regresa a la niñez como pueblo y como individuos, combinando el misterio y la alegría en las noches de la primera sociabilidad, donde la imaginación convocaba la Cabellona, la Madreselva, la Patasola, la Madre del Agua y todas las formas y relatos sobre el sol, las estrellas y la luna.

Cuando pinta su “Canto al Maíz”, inmediatamente me trajo a la memoria al poeta antioqueño Gregorio Gutiérrez González y su largo poema titulado “La Memoria del Cultivo del Maíz en Antioquia”; quedando así ambos trabajos inscritos en la mentalidad nacional, precisamente gracias al arte y la literatura.

Por último, deseo reconocer e invitar a admirar la pintura titulada “El Beso del Sol y la Luna”, asimilándola a la descripción que se da en el bello bolero del cantante Ismael Rivera titulado “Fantasía Sideral”, en cuyas estrofas dice lo siguiente:

El sol se había casado con la luna

en una ceremonia original

llegaron las estrellas a la boda

en mágico carruaje celestial

la reina de la luz vistió de blanco

y todo el universo se iluminó

el cielo se tornó de mil colores

y todas las flores hablaron de amor

y ya nadie más conquistará a la luna,

la luna se ha casado con el sol.

(*)Miembro de la Academia de Historia del Quindío
Con información de El Quindiano

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