Por Pedro Ríoseco

La Higuera es un pequeño caserío en un lugar de las estribaciones de Los Andes, otrora perdido entre montañas y convertido desde 1967 en el sagrado lugar de peregrinaje de quienes, desde todas partes del mundo, vienen a rendir su homenaje al Comandante Ernesto Che Guevara, el Guerrillero Heroico.

Recorrer los 60 kilómetros de terraplén que la unen hoy con Vallegrande es una subida de tres horas de curvas interminables, rodeadas de abismos, en la que letreros guian al viajero por La ruta del Che. Así se llega hasta una gran estatua del Guerrillero, a la entrada del caserío a 2 160 metros sobre el nivel del mar.

Muy cerca de allí está la Quebrada del Yuro, o del Churo, como la llaman los campesinos del lugar. En ese sitio,  el 8 de octubre de 1967, resistió detrás de una roca que aún conserva numerosos impactos de balas hasta quedar herido e inutilizado su fusil por el impacto directo de un proyectil.

Rodeado y herido, el Che es capturado junto a dos guerrilleros que combatían en la quebrada: el boliviano Simeón (Willy) Cuba y el peruano Juan Pablo Chang, quienes fueron llevados a una rústica escuelita de dos aulas en La Higuera. El capitán de la unidad boliviana que lo capturó, Gary Prado, le aseguró que sería juzgado en una corte marcial en el Departamento de Santa Cruz, pero el alto mando boliviano, encabezado por el presidente, general René Barrientos, decidió ultimarlo por indicaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

En ese mismo combate cayeron los combatientes internacionalistas cubanos Orlando Pantoja Tamayo (Olo), René Martínez Tamayo y Alberto Fernández Montes de Oca, en tanto un pequeño grupo que combatía en posiciones más distantes, logró retirarse cumpliendo la última orden del Che, al que ellos consideraban que también lo había logrado hasta oír la noticia por radio.

Es conocida la forma en que asesinaron a los dos guerrilleros en la pequeña aula contigua, en la cual mantenían al Che sentado en una pequeña silla escolar por sus heridas de bala en la pierna, su reacción enérgica cuando intentaron interrogarlo y cómo desafió al soldado que tenía la orden de matarlo.

Un coronel boliviano y un cubano que era agente de la CIA, llegaron en un helicóptero al lugar donde se hallaban detenidos el Che y sus compañeros y dieron la orden de fusilarlos lo más rápido posible. Un sargento boliviano ejecutó la orden el 9 de octubre de 1967, día siguiente a su captura, y disparó al Che una ráfaga de ametralladora «del pecho para abajo», como era su orden.

Un día después de su muerte, el cuerpo del guerrillero fue llevado a Vallegrande y expuesto en una morgue improvisada en el hospital de esa ciudad ante una treintena de periodistas, de ellos tres corresponsales extranjeros. Sus manos fueron cortadas para servir de identificación ante la CIA y su cadáver fue sepultado en una fosa común en la antigua pista de aviación de Vallegrande, con otros guerrilleros caídos en el combate de la Quebrada del Yuro o asesinados en la escuela de La Higuera.

Aunque la prensa internacional ofreció 125 000 dólares por el diario de Che en Bolivia, los revolucionarios bolivianos se aseguraron que este llegara a Cuba ese mismo año, haciendo fallar el plan de la CIA para hacer propaganda anticomunista con copias adulteradas o falsas de las palabras del Che.

El 1ro. de julio de 1968 una masiva edición del diario es publicada en Cuba, repartida en forma gratuita y su texto causa un escándalo internacional por revelar cómo Bolivia y Estados Unidos tratan a los prisioneros de guerra.

Durante 30 años sus restos permanecieron sepultados en Vallegrande, hasta el 28 de junio de 1997 en que, tras cinco años de intensa búsqueda, un grupo de especialistas cubanos dirigidos por el doctor Jorge González Pérez, identifican sus restos junto a otros seis guerrilleros en la vieja pista aérea.

La Revolución Cubana nunca abandona a sus combatientes, y el 12 de julio de 1997 fueron trasladados los restos a La Habana y posteriormente, en solemne homenaje de todo el pueblo de Cuba, depositados el 17 de octubre de ese año en el Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara, mausoleo ubicado en la ciudad de Santa Clara.

Ese día el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó: «Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra».

Fuente Granma

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