Teatro de la Scala de Milán, sábado 23 de diciembre, 2 de la tarde, prueba general del concierto de Navidad.

Por Andrea De Lotto

La orquesta y el coro están vestidos con atuendos burgueses, «normales» , el público es “popular”, nadie ha pagado el billete de entrada.

De vez en cuando, el director para los músicos, da indicaciones, hace repetir, pero el calor es el de siempre en el teatro probablemente más importante del mundo.

Alguien decidió que también allí hay que hacerse escuchar. Esperan el final, no quieren interrumpir ni molestar, sólo hacerse sentir.

En el momento mismo en que se desatan los aplausos finales, se desenrollan dos carteles, aparecen banderas, una persona invita todos y todas a recordar cuanto está sucediendo en el mundo, a hacerse escuchar para que terminen las masacres, los bombardeos, no sólo en Gaza sino también en Ucrania, en Sudán, en Etiopía, en Chad, en Yemen, en Kurdistán…

Muchos son los aplausos y felicitaciones al final. También los músicos dan señales de consenso y de saludo.

Cada día deberíamos hallar una manera para hacer escuchar nuestra voz, hasta llegar a ser tan ensordecedores e insistentes como para acallar el estruendo de las bombas y despertar gobiernos mezquinos, oportunistas, avergonzados y avergonzantes, sordos.
Con información de Pressenza Internacional Press Agency

Este artículo está disponible en: Italiano

Teatro alla Scala di Milano, sabato 23 dicembre, ore 14, prove generali del concerto di Natale. Orchestra e coro sono “in borghese”, il pubblico è “popolare”, nessuno ha pagato.

Ogni tanto il direttore ferma gli orchestrali, dà indicazioni, fa ripetere, ma il calore è quello del teatro forse più importante al mondo.

Qualcuno/a ha deciso che bisogna dire qualcosa anche lì, per farsi sentire. Aspettano il finale, non vogliono né interrompere, né disturbare, ma farsi sentire sì.

Al momento degli applausi finali si srotolano due striscioni, compaiono bandiere, una persona invita tutti e tutte a ricordare quello che sta avvenendo nel mondo, a farsi sentire perché finiscano i massacri, i bombardamenti, non solo a Gaza, ma anche in Ucraina, in Sudan, in Etiopia, in Chad, in Yemen, in Kurdistan…

Molti gli applausi e i complimenti alla fine, anche gli orchestrali fanno cenni di consenso, di saluto.

Ogni giorno dovremo trovare il modo di far sentire la nostra voce, fino a essere così assordanti e martellanti da coprire il suono delle bombe e svegliare governi meschini, opportunisti, vergognosi e sordi.

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