Sin la presencia de los presidentes de Cuba, Nicaragua y la República Bolivariana de Venezuela, tomó posesión el presidente colombiano número 42, Gustavo Francisco Petro Urrego y la vicepresidenta, Francia Helena Márquez Mina, en la plaza Bolívar de la ciudad de Bogotá, plaza abigarrada de público venido de los cuatro puntos cardinales del país.

Por Agamenón

El primer acto de gobierno del nuevo presidente, fue ordenar la presencia de la espada de Bolívar, ante la negación mezquina del presidente saliente, Iván Duque Márquez.

Fue una posesión pletórica de simbolismos y alegría de la inmensa mayoría del pueblo colombiano, quien se volcó masivamente en distintas regiones a presenciar el acto, con suma esperanza. Una ceremonia sencilla pero emotiva por la llegada a la Casa de Nariño de un gobernante de izquierda.

La banda presidencial, que tradicionalmente lo hace el presidente del congreso, en esta oportunidad acompañó el momento sublime, María José Pizarro, hija del inmolado Pizarro León Gómez. El tiempo fue benigno. Una tarde soleada con viento apacible agitando la bandera nacional. La presencia de la guardia indígena y cimarrona engalanaron la ceremonia.

“No estamos con la guerra, estamos con la paz”

La intervención del presidente Gustavo Petro fue clara, precisa y concreta. Ratificó su compromiso de cambio y de cumplir las promesas de campaña. “Hoy comienza nuestra segunda oportunidad”, señaló. “Es la hora del cambio”, agregó.

“Estamos acá contra todo pronóstico, con una historia que decía que nunca íbamos a gobernar, contra los de siempre, contra los que no querían soltar el poder, pero lo logramos. Hicimos posible lo imposible, con trabajo, recorriendo y escuchando, con ideas, con amor, con el corazón y con el cerebro, con esfuerzo. Desde hoy comenzamos a trabajar para que más imposibles sean posibles en Colombia”, subrayó el nuevo mandatario.

Un amplio tramo de su primer discurso como presidente, lo dedicó al tema de la paz, señalando su compromiso por aclimatarla para todos y todas. Insistió en la necesidad de que sea posible, eso implicaría acabar con dos siglos de guerra permanente, indicó. Ratificó su compromiso de cumplir los acuerdos de paz de la Habana, implementar la paz total y la apertura democrática. “No podemos seguir en el país de la muerte, tenemos que vivir en el país de la paz. La paz es el sentido de mi vida”, enfatizó.

Planteó la metodología del diálogo social, la argumentación, como vía de discusión de las diferencias. Se comprometió a estar muy cerca del pueblo, compartiendo con él las luchas, los fracasos y las victorias.

Fue enfático al decir que la supuesta guerra contra las drogas ha sido un completo fracaso. Se ha producido un millón de muertes de latinoamericanos por este concepto. Adicionalmente, 70 mil norteamericanos mueren anualmente por efectos de la sobredosis. Propuso una conferencia mundial multilateral para discutir salidas viables a este flagelo, contando con los países desarrollados y consumidores.

Propuso la unidad latinoamericana para avanzar en la solución de los graves problemas que aquejan a la región y a la humanidad en general. “Que se acabe la división de América Latina”, señaló. Dijo también que las fuerzas militares no estaban instituidas para perseguir a la oposición, sino para luchar contra la corrupción. “La seguridad – anotó – se mide en vidas, no en muertos”.

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