El próximo 16 de marzo la Ministra del Trabajo de Colombia la dirigente comunista exsindicalista y exsenadora Gloria Inés Ramírez, presentará al Congreso de la República el proyecto de reforma laboral que recoge una de las más ansiadas reivindicaciones de las y los asalariados colombianos y uno de los puntos centrales del proyecto político del entonces candidato Gustavo Petro, por lo que no gratuitamente tuvo el favor popular en las elecciones presidenciales.

Por: Luz Marina López Espinosa

Con relación a los “pasos de animal grande” que está dando el actual gobierno colombiano en materia de reformas, lo primero a decir es que la más burlada y escarnecida de las palabras del diccionario político colombiano, la voz “cambio”, está retomando el prestigio y legitimidad que le habían sido escamoteados. Porque cuanto candidato presidencial se haya visto bajo estos cielos, no tenía otra oferta que hacerle al pueblo que repetir hasta la fatiga la palabreja. Quizás conscientes de su hastío con la mofa de las promesas del gobierno en ejercicio – al igual que las del anterior y del que lo precedió -, juraban y perjuraban – más esto – que con ellos esta vez el cambio sí sería ineluctable. Así hasta la nueva campaña. No en balde todos y cada uno de esos candidatos representaban el mismo sistema, la misma ideología.

Entonces no es poca cosa para el “pobre” Establecimiento tan desacostumbrado como estaba a ello, sentir que llegó un presidente que apenas posesionado, lista en mano comenzó a repasar sus promesas de campaña…. y con ella… a presentar el respectivo proyecto de ley…. ¿Y reformas de qué? Por lo pronto de salud, laboral y pensiones, que tocan – ¡y en qué forma! – los bolsillos de lo más privilegiado y poderoso de ese Establecimiento. Así, no es gratuita su reacción en la que se mezclan indignación, declaraciones altisonantes a través de sus medios de comunicación y de sus agentes políticos, y civilizados intentos de conciliación para que la cosa no sea tan dura. Y es que repetimos, toca el alma de la hasta ahora sempiterna clase en el poder, como que esos tres campos objeto más inmediato de reformas, le generan utilidades cuyos montos se miden en billones. Cifras que con ellas revertirán en más y mejores servicios de salud, mayores salarios y prestaciones y garantía pensional para todas y todos.

Y además de lo anterior, el orden establecido mira con estupor herejías tan absolutamente inaceptables, dignas de caer bajo la jurisdicción del Santo Oficio, como esa de ordenar al Ejército y a la Policía que no podrán disparar contra manifestantes y protestantes. ¿Y ahora quién podrá defendernos? ¿Nos van a dejar a merced de los vándalos?

La reforma laboral a presentar el próximo día 16 de marzo, tiene una inspiración que resaltamos, más que política es profundamente humanista. Esto, de acuerdo con el talante personal del Presidente y que bien recoge y lo expresa su equipo de gobierno. Se trata ante todo, de entre los factores de producción clásicos, tierra, capital y trabajo acrecidos en la modernidad con el factor capacidad empresarial, rescatar la significación del trabajo, la nobleza de su innata condición. La misma que le había sido disimulada por el huracán neoliberal que cuando sopló con fuerza asolando las playas del mundo, le disminuyó su valor convirtiéndolo en la más transable de las mercancías. Y ahí entonces los trabajadores y trabajadoras del mundo comenzaron a ver mermado el valor de cambio de su trabajo para hacerlo depender de las leyes del mercado, y con ello, obviamente disminuida su calidad de vida. Más trabajo y menos ingresos, menores garantías extralegales, más tiempo de labor y edad para jubilarse, menos estabilidad laboral. Todo en aras de la santificación del factor capital, cuyos beneficios en las crisis cíclicas del capitalismo no se pueden afectar, sí los del trabajo. Es la fórmula neoliberal.

Es palmaria demostración entonces de la condición humanista del actual gobierno colombiano, esta reforma laboral que rescata el valor del trabajo humano, dura tarea para la cual no casualmente el presidente Petro encargó del esa Ministerio a una combativa y prestigiosa dirigente sindical. ¿Y qué trae la reforma? Podríamos decir que nada que debiera espantar al capital, amenazara la ruina de las empresas o como es la cantinela de los empresarios, nada que deba desestimular la contratación aumentando el flagelo del desempleo. Inclusive parte de su articulado vuelve por los fueros de beneficios perdidos que existían el siglo pasado, cuales son el pago del reajuste del ciento por ciento por el trabajo dominical y feriado, retornar a la jornada nocturna de seis de la tarde a seis de la mañana – hoy comienza a las nueve de la noche – y obligar la afiliación a seguridad social y pensional a un sinnúmero de hombres y mujeres que en virtud de las nuevas tecnologías laboran como independientes con sus propios medios, por tiempo parcial y deslocalizados, los cuales carecen hoy de todo tipo de garantías.

Tiene más la reforma laboral del Presidente Petro y su ministra Gloria Inés: privilegia y hace corriente el contrato de trabajo término indefinido haciendo excepcional el contrato a término fijo el cual no puede ser para labores misionales y permanente de la empresa, refuerza la estabilidad laboral sometiendo a un proceso garantista la terminación del contrato por justa causa, otorga fueros de estabilidad reforzada a cierto tipo de personas, ve por los derechos de las y los trabajadores domiciliarios, rurales y del servicio doméstico, franjas en las que reina gran informalidad y violación de la normatividad en materia salarial, prestacional y de seguridad social, qué no decir pensional. Y como era preceptivo, se estimula y protege el sindicalismo sancionando las diversas formas como hoy las empresas lo acosan. Pero siempre habrá más: conforme a clara propósito gubernamental, la reforma contiene normas especiales de protección para el trabajo femenino. En sintonía con la normativa existente, leyes 823 de 2003, 1257 de 2008 y su Decreto reglamentario 4463 de 2011, se establecen garantías especiales para las mujeres y en cuanto al acceso y permanencia en el trabajo, equidad laboral, condiciones de dignidad en que lo realice y licencias por razones de salud y estímulos por el cuidado y crianza de sus hijos.

Tenemos pues que un fantasma recorre el mundo. Y aunque esta vez no es el comunismo como en 1848 lo dijeron Karl Marx y Federico Engels, sí es el de los gobiernos populares. E igual asusta. O si no, veamos las armas y los frentes diversos desde los cuales pacíficamente – por lo pronto – se dispara contra el gobierno colombiano por quienes sienten tocados ancestrales privilegios.

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