Nada vive sin antecedentes, y en el que hacer político esto es más evidente. Es por ello que al hablar de lo que han llamado “partido unitario” debemos referirnos a la necesidad de un proceso unitario de nueva calidad, en la perspectiva de un desarrollo político. Y esto nos exige examinar lo acontecido en los últimos 50 años con el proceso de organización político-popular.

Por: Héctor Arenas A.

Al proceder en tal vía aparecen, entonces, hitos indispensables para comprender mejor la coyuntura del proceso unitario en marcha: el paro cívico de 1977; el proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur y todo lo que sobrevino después, el genocidio de la U.P. en 1996, las marchas cocaleras, que fueron resueltas a sangre y fuego; en el tránsito de siglo la serie de respuestas y movilizaciones del movimiento indígena, agrario y campesino; en el 2006, el surgimiento del P.D.A. (un hito muy importante en la historia del reagrupamiento de fuerzas alternativas al sistema y la candidatura de Carlos Gaviria: 2.630.000 votos); en el 2010, la emergencia, en el marco de la lucha por la solución política al conflicto armado, de un movimiento rural importante: Marcha Patriótica, que logró convocar amplios sectores juveniles, educativos, trabajadores, en una coyuntura de cambios y despertares.

No solo en el 2012 se inicia un proceso de diálogo y negociación para una solución política que culmina en el 2016 en un acuerdo final de paz que está hoy en día incorporado en el bloque constitucional del país, sino que al mismo tiempo, en el 2013, tenemos un paro nacional agrario que conmovió fibras regionales y locales y que nunca se había visto en la historia de Colombia. En el 2016, se alcanzan los acuerdos de paz y, aunque se pierde el plebiscito, que a todas luces fue un resultado manipulado por diversas vías, la reacción multitudinaria en calles y plazas públicas, en especial de los jóvenes, fue decisiva para mantener en lo esencial los acuerdos alcanzados como una forma de mostrar otros caminos posibles frente a la contrainsurgencia y la guerra. La importancia de estos acuerdos para los desarrollos políticos que vendrán entre el 2018 y el 2022, no la podemos soslayar. El acompañamiento de ocho millones de colombianas/os a Gustavo Petro y al proceso de unidad que le apoyó en las elecciones presidenciales de 2018 significaron un avance de la izquierda sin precedentes en la historia política del país.

La tendencia de ascenso de las fuerzas sociales populares, de sus procesos de articulación y de la emergencia de una consciencia diferente con disposición y voluntad de cambios, en especial de la juventud y las mujeres, y de lo que pudiéramos llamar un “nuevo proletariado”, no solo se ha mantenido, sino que irrumpió con fuerza inusitada en el “estallido social” del 2020 y en el paro nacional y la rebelión popular del 2021, que superó todas las previsiones. Este proceso de ascenso y acumulación de fuerzas desemboca en el 2022 y logra lo que parecía imposible: la izquierda llega a ser gobierno por primera vez en la historia del país, con la victoria del Pacto Histórico, Petro y Francia Márquez, y la posibilidad cierta de introducir cambios en la vida nacional.

Creemos que en el 2022 se logró avanzar en materia de unidad mucho más que en procesos anteriores, en el marco de una forma de unidad todavía del orden tradicional: una unidad básicamente electoral, desde luego con un programa avanzado, y una candidatura muy sólida con mucho respaldo. En principio podría concluirse que para el 2026 es posible pensar en algo semejante. Pienso, en pero, que no es tan sencillo y que la unidad hoy no debe estar limitada tan solo al proceso electoral.

Hay otros temas que es necesario abordar, incluso han sido planteados por el propio Presidente: el proceso constituyente, la unidad a partir de organizaciones sociales de base, coordinadoras populares, asambleas de movimientos sociales…. Todo esto hay que analizarlo con mucha atención. Hay un fenómeno electoral significativo que debemos examinar: la votación de la izquierda en Colombia va en creciendo en forma casi exponencial a lo largo de los últimos 15 o 20 años. Un hecho que prácticamente no había ocurrido: votar por un programa propio y unas candidaturas presidenciales propias en un país presidencialista.

En consecuencia con ello, se ha demostrado que es posible romper la tendencia al abstencionismo, instaurado como una tendencia estructural del sistema político colombiano, como expresión del rechazo popular al Estado y su desconfianza ante el sistema existente. Han existido sectores de la izquierda, incluso la que se decía revolucionaria, que negaban esa forma de lucha como válida, y recomendaba a la gente no votar. Pero no solo ha crecido la votación de la izquierda, sino algo similar con la participación que supera el abstencionismo histórico, aliado del status quo.

Esta revisión histórica del proceso de crecimiento de la izquierda, y de sus procesos de unidad, nos permite comprender mejor el hecho de que no ha aparecido una alternativa al proceso de cambio democrático que en curso a partir del vinculo entre la solución política para la paz y la necesidad de reformas sociales y políticas que permitan a la población un mayor reconocimiento de sus derechos y de sus luchas.

Además, el agravamiento de las condiciones sociales en el marco de la crisis del capitalismo, en todas sus dimensiones, gravita permanentemente en las situaciones sociales de cada país. Esta dinámica genera cambios en las relaciones de las clases sociales porque proletariza a amplias franjas de la población y sobre todo a una inmensa mayoría de las juventudes y, de contera, potencia a las izquierdas que siempre han esgrimido la bandera de los cambios.

Entonces, los sectores sociales minoritarios vinculados al dominio corporativo están tratando de promover el neofascismo con modalidades semipopulistas. Y están acudiendo a las posibilidades que generan las nuevas tecnologías en los campos de la información y la comunicación –los big data– para manipular las mentes y las emociones con las técnicas heredadas del fascismo: mentiras repetidas una y otra vez, fake news; destrucción mediática de personalidades de izquierda, de gobernantes y líderes sociales, sindicales, populares, obreros, instaurando de modo consciente estados de opinión en los que se vinculan los liderazgos más valiosos o promisorios con hechos delincuenciales a personas que no tienen nada que ver con eso.

Es necesario contemplar en el análisis del proceso unitario todo lo que ha significado la importación del modelo neoliberal en América Latina, que tras tres décadas deja como fruto maldito el crecimiento infinito de la desigualdad. Y, entonces, lo que es posible apreciar es el desarrollo sistemático de la lucha de clases en el escenario global, latinoamericano incluida, con distintas expresiones y modalidades.

En medio de esta lucha entre modelos históricos de sociedad, estamos ante el retorno del fascismo con nuevas formas de expresión y de acción. Como reacción, el antifascismo emerge hoy como un factor clave en los procesos de unidad en torno a la necesidad de contenerlo. La experiencia de Francia, con el Frente Popular, es muy importante porque demuestra que el ascenso ultra no se desarrolla impune, sino que se están levantando barreras por parte de los pueblos, con su movilización, sus luchas y sus votos.

Entonces, para llegar al tema del proceso de unidad, es necesario decir que están cambiando las formas de unidad. Por ejemplo, la prioridad relativa del relacionamiento con otros sectores avanzados o progresistas de los partidos tradicionales, que existía en otros momentos de procesos unitarios promovidos desde la izquierda, se ha venido agotando. Primero, porque están desapareciendo esos sectores de los partidos liberal y conservador. Y, segundo, porque otras corrientes se están alineando en las posturas neoliberales y el respaldo al paramilitarismo, revelando una política de clase durante el último periodo, antes de este gobierno.

La fuerza social que puede crear las condiciones de una victoria del pueblo, más allá de ser solo una victoria electoral, tiene que ver con una relación de clases distinta desde el punto de vista de las alianzas populares. Nosotros le damos mucha importancia al crecimiento del voto de izquierda en la juventud y en sectores sociales y populares que antes no votaban. Existe ahí un fenómeno que revela que algo nuevo está sucediendo en lo que pudiéramos llamar “composición de clase”, así como en los factores de lo que pudiéramos llamar la “oposición sistémica”, que no es exactamente la oposición política circunstancial. Me refiero a toda la movilización social –en términos de Wallerstein–, que se enfoca en la crítica y la oposición contrahegemónica al capitalismo en sus diversas modalidades.

Por esta razón es tan importante la visión del contexto histórico de estas cinco últimas décadas: nos permite percibir las tendencias, los movimientos de fondo que están reconfigurando los escenarios de la economía y la política globales, y en ellos el crecimiento, la ampliación de la base social, de la unidad, no solo de las fuerzas progresistas o de avanzada, sino de la unidad del pueblo, en su dimensión más amplia, y en función de cambios mucho más estructurales, de mayor profundidad, que hoy son más factibles.

El reto en proceso

La idea de crear un partido único, en este contexto, ha encontrado un choque muy fuerte en diversos sectores, en mi consideración, no sin razón, porque este proceso se mueve aún en un marco de espontaneísmo bastante denso, en el que reina poca formación política; un proceso a todas luces muy rápido, en el cual las corrientes políticas de izquierda histórica no han logrado todavía tener una incidencia amplia en amplias franjas de la población. Estos sectores actúan más por el olfato de clase, luchando por avanzar en sus intereses objetivos democráticos, encontrándose con factores que ayudan, pero que no son todavía la expresión de una conciencia definitiva de una transformación profunda.

En ello encontramos el gobierno actual, democrático, con el cual tenemos muchas posibilidades de poder avanzar en esta dimensión. Primero, porque el propio gobierno es resultado de un proceso de unidad y porque insiste en unos cambios muy importantes. Hay dos que están incidiendo ya. El primero, el de la reforma agraria y la reforma rural. El hecho de que un gobierno se comprometa a entregar tierra al campesinado es algo que, hasta ahora no habíamos visto. En el gobierno de Lleras Camargo surgió el Incora, una modernización capitalista del campo que abrió el camino para crear en los siguientes años organizaciones masivas del campesinado –que antes no se movilizaba por estar enfrentando la violencia–, que gestaron movilizaciones y grandes paros nacionales. Por ejemplo, el estallido social y paro nacional de 1971 en el que convergieron los universitarios y amplios sectores del campesinado. Un acontecimiento que coincidió con las huelgas obreras y la gran crisis política que desató la burguesía con la elección fraudulenta de Misael Pastrana Arango que contó con el apoyo de Carlos Lleras Restrepo.

El acumulado histórico de largo plazo, hoy en día, tiene implicaciones mayores. Una de ellas, principal, es hacer perceptible la posibilidad de una vía distinta hacia la unidad, y esta vía que estamos contemplando es la de la organización del pueblo. Es la vía de alguna manera también propuesta por el presidente Petro al plantear el proceso constituyente. No para armar ahoritica una asamblea constituyente, sino para pensar los elementos transformadores que sean ya línea y orientación, y sentido común, de inmensas masas de la población, y no solo de algunos grupos más claros o de algunas fuerzas políticas de la izquierda, que naturalmente tenemos que estar en la tarea. Por esto es tan importante lo planteado por el Presidente en la Asamblea de Movimientos Sociales: la construcción de las coordinadoras populares, el desarrollo de las organizaciones populares de base, los comités de la reforma agraria.

Y el otro factor que tendrá, y está teniendo ya mismo importancia decisiva en el proceso de fortalecimiento de la organización popular y por ende de la unidad, es la reforma laboral, incluida la reforma pensional. La reforma laboral tiene que ver con la recuperación de derechos y garantías que se habían conquistado desde hace casi un siglo por la clase obrera, ya eran parte de la legalidad, y el neoliberalismo las arrasó en los años 90 y en los gobiernos de Uribe y de Santos. Son reformas que no son una revolución, pero sí avances que permiten respirar y abrir mejores posibilidades de lucha.

Ante esta perspectiva, creemos que hay necesidad de trabajar con la idea de unir todos los factores y todas las fuerzas; frente a la posibilidad de un cambio histórico, el tema de las personerías jurídicas de este sistema político electoral, y de la ley 1475, pues… da risa. Una de las primeras cosas que habrá que cambiar será un sistema electoral y de partidos amarrado a los intereses exclusivos, ambiciones, politiquería y caprichos de los partidos que defienden el capital, los financia el capital y los manda el capital. En esta materia no es mucho el temor.

La izquierda en Colombia no ha dependido de las personerías jurídicas. El tema del sistema electoral del umbral del 3 por ciento, el de la cifra repartidora, son innovaciones social demócratas de derecha introducidas en Colombia subrepticiamente después de la Constituyente de 1990-1991, y entraron con la idea de partidos de centro, pero ese proyecto social demócrata fracasó. Lo que esta creciendo son las fuerzas de la izquierda. No las fuerzas guerrilleras, porque el acuerdo de paz con las Farc marcó un punto de quiebre del proceso; sin que esto signifique que se haya invalidado la lucha armada como una forma de lucha del pueblo en defensa de la vida y garantía del derecho de rebelión.

Nos encontramos en un escenario en el que las posibilidades de la acción de masas no van a depender solamente del proceso de formación de partidos políticos o de la creación de un partido único, sino de los procesos de convergencia en gran escala. Lo que estamos viendo en América Latina son procesos de frentes y nucleamientos de fuerzas diversas, el caso de Morena en México, el del Frente Amplio en Uruguay, el MAS en Bolivia… Las fuerzas alternativas de cambios democráticos y de cambios que apuntan hacia una idea de anticapitalismo están creciendo. Ya no es como era antes, que eran minorías aisladas unas de otras.

A nosotros/as no nos importa si durante un trecho sea necesario avanzar sin personería jurídica o con una sola personería jurídica, mientras se mantenga una dirección colectiva, incluyente, y sin ningún tipo de estigmatización anticomunista, racista o de ninguna otra naturaleza. Y mientras pueda existir una estructuración estatutaria, democrática, en la que las bases sociales y las fuerzas políticas, incluidas las fuerzas de izquierda, puedan tener acceso a todas las instancias de orientación de ese proceso, movimiento, partido o reagrupamiento, o como se le quiera llamar.

Nosotros somos conscientes que con una fuerza muy grande y unitaria tiene que darse lo que el Che Guevara llamaba “el pequeño motor que mueve el gran motor”, y naturalmente el Partido Comunista tiene dentro de su planteamiento unitario y en su política de alianzas el papel de acercamiento y de unidad de las fuerzas marxistas, leninistas, que entienden que el socialismo tiene una misión que cumplir en el plano de la humanidad. La acción común con otras expresiones no leninistas, pero con las que el marxismo nos aproxima y nos permite trabajar, incluida la Teología de la Liberación, nos permite crear la confianza, la consciencia, la claridad, el optimismo histórico para no desfallecer ante los estragos que hemos sufrido, los fracasos y las amenazas. Hay que mirar con optimismo las posibilidades que abiertas y trabajar con mucha conciencia para aprovecharlas de la mejor manera, porque aquello por lo que hemos luchado se puede lograr.

Estamos en este proceso del Pacto Histórico, de la hoja de ruta en camino, buscando sobre todo escuchar y llevar algunas ideas de apoyo en las regiones, en los municipios; apoyando la organización, el desempeño y papel de las organizaciones sociales; buscando unificar el movimiento agrario en torno a la defensa de la reforma agraria, para que no sea un problema de funcionarios del Estado, sino la tarea fundamental de un gran movimiento rural-agrario convencido de avanzar en la democratización del campo, en la democratización de la tierra, en la curación y defensa de la sostenibilidad de la naturaleza, del agua y los bosques, en la producción en los campos, en el derecho a la alimentación, todo lo cual exige movilizaciones muy grandes y muy conscientes de todos los sectores sociales; hay muchos sectores vulnerables en la sociedad que no están presentes en las categorías con las que trabaja el Banco Mundial.

Hemos trabajado durante muchos años por la idea de un Frente Amplio, pero la legalidad imperante hoy no lo permite. ¿Cómo preservamos el sentido pluralista y las condiciones para entenderse sobre los aspectos comunes, y los otros temas abordarlos de manera que no afecten la unidad? Creemos que este sentido ha de estar presente en la organización que surja. Defendemos la idea de que no se llame “Partido” porque “Partido” ya encasilla demasiado, ya implica una sola parte, y la aspiración nuestra debe ser la más amplia unidad del pueblo colombiano, de las mayorías sociales y populares del país. Y por lo tanto es un proyecto de construcción permanente, de constante ampliación , de aproximación a nuevos sectores que se incorporan, incluso por sí mismos, al proceso de unidad. Creemos que debería llamarse mejor “movimiento”, la ley no lo impide. Por ejemplo: “Movimiento Pacto Histórico” . Partidos habrá y tienen derecho a existir, y deben existir, en el contexto de este proceso de unidad en el que las clases subalternas tienen hoy la posibilidad de disputar la hegemonía en los sentidos que, hasta ahora, han imperado en los desarrollos de la vida colectiva.
Antropólogo, académico e investigador social. Presidente del Partido Comunista de Colombiano.
Con información Desde Abajo
Foto: Presidente del Partido Comunista Colombiano Jaime Caycedo Turriago en el cierre de la fase de alistamiento institucional para la reparación del PCC crédito Unidad de Víctimas

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