A través del proyecto ‘Tejiendo lazos y redes sostenibles por una vida libre de violencias’, el cual se realiza mediante un convenio de cooperación, ciencia, tecnología e innovación entre la Gobernación de La Guajira y la Universidad Simón Bolívar, se conocieron los tipos de violencia que se siguen dando contra la mujer en este territorio en el norte del país.

Pareciera que la violencia contra la mujer sigue estando presentes en todos los ámbitos del accionar humano, en mujeres de distintas edades, orígenes étnicos, sociales. Y, si bien el riesgo principal es ser mujer, esto se entrecruza con el origen étnico, la condición socioeconómica, la orientación sexual, la nacionalidad, entre otras razones que profundizan los riesgos y los efectos de este flagelo.

El peso de la cultura, el machismo y los estereotipos que ponen a las mujeres en una situación de desigualdad se encuentran entre las razones por las cuales persiste esta problemática.

“Que no pueda dar una opinión donde hay hombres o no pueda estar donde hay muchos hombres porque soy mujer, que no puedo estar ahí porque entre otras cosas nos pueden atacar física, verbal o sexualmente, entonces tengo que cuidarme y estar más prevenida porque no puedo estar ahí (…), la cultura machista de La Guajira es una barrera muy grande (…)”.

También el periódico El Heraldo reseñó en un informe con información del proyecto ante mencionado, que los objetivos principales fueron conocer los niveles de tolerancia institucional existentes en el departamento ante el fenómeno de las violencias contra las mujeres; y hacer un diagnóstico participativo, que incorporara un enfoque interseccional, que permitiera escuchar las voces de las mujeres del territorio: Wayúu, afroguajiras, jóvenes, trabajadoras, migrantes y las lideresas sociales, reconociendo su pluralidad y sus experiencias.

“En el año 2021, en Colombia, persistieron los altos índices de impunidad en casos de violencia intrafamiliar contra las mujeres, violencias sexuales y en los feminicidios, una realidad de la que no escapa La Guajira y que justifca que se realicen trabajos que visualicen el problema y ofrezcan soluciones”, explicó la profesora Maury Almanza Iglesia, directora del proyecto Telares.

Los hallazgos y la información recogida en todo el territorio componen el libro ‘Dinámicas de las violencias contra las mujeres en el departamento de La Guajira’. Dhayana Fernández Matos, coordinadora de la investigación y su autora, plasmó en 263 páginas el trabajo en el que participaron 252 personas: las conclusiones obtenidas y las soluciones planteadas por las mujeres de la comunidad para asegurar el derecho a una vida libre de violencias.
Entre los resultados de la investigación está que ciertas actitudes, creencias y prácticas de los funcionarios públicos perpetúan las violencias contra las mujeres y favorecen la impunidad. Esto es la tolerancia institucional.

Por ejemplo: 1 de cada 4 servidores públicos entrevistados, correspondiente al 25 % del total, sigue considerando que las mujeres golpeadas se mantienen en una relación violenta porque les gusta ser maltratadas. La cifra devela algo grave: la falta de comprensión de la complejidad de la violencia en el contexto de las relaciones de pareja por parte de personas que laboran en entidades públicas.

“Esto se evidencia en hechos como responsabilizarlas por lo sucedido, evaluar su comportamiento sexual, tomar decisiones con base en prejuicios y estereotipos de género, ser parte del llamado ‘paseo institucional’, entre otros aspectos que deben ser atendidos y solucionados”, se advierte la investigación.

También se encontró que casi 4 de cada 10 personas entrevistadas (39 %), consideran que “los problemas familiares sólo deben discutirse con miembros de la familia” y 16% está de acuerdo con que “lo que pasa en el espacio privado no es responsabilidad de las instituciones”.

El libro señala que estos resultados demuestran que se requiere seguir fortaleciendo los conocimientos de los servidores públicos para que comprendan que lo que pasa en la familia, en el espacio de lo doméstico, también está regulado por el Derecho y el Estado, a través de sus entidades competentes.

El diagnóstico de Telares indica que, pese a la creación de leyes que endurecen las sanciones por delitos relacionados con la violencia de género, las rutas de atención a las víctimas o sobrevivientes depende más del compromiso de la funcionaria o el funcionario, que de lo establecido por las normas.

MIRADA INTERSECCIONAL
En pleno siglo XXI las recetas uniformadoras para hacerle frente a las dinámicas de las violencias contra las mujeres han demostrado ser insuficientes.

Se requieren miradas interseccionales que aborden las distintas formas de desigualdades en la vida de las mujeres, y un enfoque diferencial de derechos que permita comprender los tipos de discriminaciones.

En el proyecto Telares se indagó en los recorridos de las mujeres y cómo su origen étnico u otra categoría afectan sus vidas.

“Siento que la violencia contra nosotras las mujeres negras está en todos lados, sí, pero es desde nuestra humanidad. Porque nos quisieron arrebatar nuestra humanidad, hacer sentir que éramos un animal salvaje”, contó una mujer guajira.

VIOLENCIAS INVISIBILIZADAS
Otras mujeres advirtieron violencias invisibilizadas, como la que padecen las mujeres Wayúu trabajadoras domésticas que laboran en condiciones precarias.

“Es tremenda, en los hogares, por el salario justo, o sea ni siquiera el mínimo reconocimiento (…), qué es lo legal cuando ella trabaja en una casa de familia, cuál es su derecho y cuánto es lo mínimo que deben pagarle (…) de esos temas no se hablan (…) Si yo puedo darte todo mi trabajo, pero tú me pagas lo justo. Y eso es tremendo, la forma como las tratan dentro del hogar, de la familia”, expresó una de las entrevistadas Wayúu.
Con información de la Regional

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