Colombia es Macondo, Macondo es Colombia. Aletargada por el sol metálico Macondo es una ciudad intermedia polvorienta, sumergida en la nostalgia de los recuerdos de “cuando era feliz e indocumentada”, eran tiempos inmemorables en que se respetaba la palabra, la puntualidad, el erario público. Existía el amor impoluto por lo público, un respeto admirable. El gobierno era un miembro más de la comunidad que caminaba calles, barrios y veredas sin escolta y sin tanto bullicio. La admiración era al revés, porque el gobernante sentía el deber moral de informar su obra con la mayor transparencia.

Por Nelson Lombana Silva

Ahora, la conducta del gobernante en Macondo es diferente. La honradez y el escrúpulo se han ido al carajo. Primero, no gobierna ella, gobierna él, que tampoco lo hace con criterio propio pues obedece a una maquinaria electoral perversa de aquel que ocupó el primer puesto público en Macondo en el período inmediatamente anterior y que es llamado: El Patrón.

Al entrar a su despacho el usuario del común (si es que puede), el mequetrefe lo recibe despectivamente con interrogante duro y desolador: “¿Tú votaste por la jefa?” La respuesta debe ser afirmativa sin ningún tipo de duda. El vendedor de dulces que se suele instalar al lado del Palacio, dudó un segundo y fue rechazado con sátiras en cantidades industriales.

Por estos días, el patriarca se le ocurrió celebrar el denominado “Día del amor y la amistad”, por lo menos es el señuelo, porque al decir Tiros y Troyanos, es el partidor político en busca de un nuevo cargo público, podría ser la gobernación o la senaduría, porque el apoyo de la costa da para todo. Por allí, circula en cantidad billetes en cajas de cartón.

“Es una fiesta del patriarca”, dijo entusiasmada Aurora. Plutarco, se volvió para verla mejor y dejando escapar una estruendosa carcajada, contestó: “No sea ingenua. El Patrón no gastará un centavo. Al contrario. Será oportunidad para recaudar dinero. Bien sabe usted que el Patrón no tiene ideas, tiene dinero mal habido de los amigos que se mueven en la penumbra, muchos de ellos, procedentes de la costa Atlántica. ¿Me entiendes?”

Aurora no se quedó callada. Creía ciegamente en el patrón porque le había conseguido una beca a su hija para estudiar en la universidad. “El patrón hará un esfuerzo económico para alegrar los corazones de los enamorados sin distinción política”, anotó un tanto energúmena.

Plutarco, un hombre alto y adusto, estudioso de Macondo, no perdió la calma, comprendía que Aurora, era víctima del analfabetismo político y la desinformación mediática. “Vea, mi señora: Vivimos de las migajas que caen de la mesa del rico Epulón, en este caso del Patrón. Él manipula nuestros impuestos, se hurta la mejor tajada y de las migajas, le ha concedido un cupo para su hija ir a la universidad, cuando en realidad es un derecho que tiene su hija de ir a estudiar. Son migajas. Es nuestro dinero que él se roba la mayor parte”.

Los ánimos se fueron caldeando. Aurora, contestó con fuerza: “Señor Plutarco: Yo soy agradecida. Además, no soy voltearepas. Siempre he estado al lado del Patrón”. Plutarco volvió a reír. Era la respuesta más común en Macondo. “Es la respuesta más común en este pueblo sin historia y sin memoria, donde presente y pasado se unen sin una explicación lógica. Nos han educado para obedecer. Es la esclavitud moderna que nos manipula con dádivas y limosnitas como la que usted expresa. Sin embargo, le digo: “No hay enfermedad que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.

Aurora sonrió. Creyó ganarle la partida a Plutarco. Se sintió espléndida. “Verá usted el dineral que se gastará en la gran fiesta de amor y amistad el patrón”. “No gastará, ganará y de qué manera. Primero, utilizará recursos del erario público; segundo, pondrá a los contratistas, no solo a hacer un aporte económico, sin que cada uno debe llevar quince personas familiares y cualquier cantidad de amigos. Investigue, indague y entonces sí hablamos con más seriedad doña Aurora. Ahora, sé que los únicos que no cambian son los tontos, una persona medianamente cuerda no traga entero, asume el error y cambia, ¿O no?” Se alejó. Aurora se contuvo indignada. No supo qué contestar.
Foto: Internet

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