Este 5 de mayo se conmemoran 133 años de un acontecimiento que aunó a artistas y tabaqueros emigrados bajo el denominador común de la unidad, la clase obrera y y el amor patrio.

Por: Xiomara Pedroso Gómez

Rafael Diaz Albertini, violinista e Ignacio Cervantes, pianista y compositor, ofrecían un concierto a los tabaqueros cubanos en un improvisado auditorio llamado Ybor Theater en los talleres de la fábrica de tabacos fundada por el cubano industrialista Vicente Martínez en Tampa (Mikowsky, 2016: 119).

El 7 de mayo de 1892, el periódico Patria, publicaba “En los talleres” una crónica que, entre otros temas, hacía referencia explícita al acontecimiento. El texto compendia varios aspectos clave en la preocupación y proyección del Apóstol. La unidad es una constante en Martí, que no solo comprendió como decisiva para la guerra por la independencia de Cuba, sino como elemento cohesionador y garante de la edificación de la futura república.

Habiendo bebido Martí de la fuente de Félix Varela, quien nos enseñara a pensar como cubanos y que contribuye con la anticipación del concepto Patria, a definir con claridad los contornos que darían forma a la nación cubana, es lógico entender que el pensamiento del Apóstol no solo se proyectara como continuidad de aquel, sino que colocara a la Patria a la cabeza de todo su legado.

En la crónica “En los talleres”, Martí conecta tres elementos: los talleres, los obreros y la Patria. En aquellos recintos, se concentraba la fuerza de trabajo que inyectaría la mayor parte de los recursos monetarios necesarios para organizar la guerra de 1895 por la independencia de Cuba. Fueron los tabaqueros los que establecieron “El Día de la Patria”, una acción que consistía en donar una jornada mensual de su salario al Partido Revolucionario Cubano encabezado por José Martí” (Martell Álvarez, 2021). Por otra parte, los obreros también jugaron un papel decisivo en la conformación de los clubes revolucionarios, organizaciones adscriptas al Partido Revolucionario Cubano y que entre otras acciones, apoyaban con las recaudaciones de fondos, asuntos organizativos y la preparación ideológica de sus miembros. Como afirmara Cantón Navarro, los trabajadores que emigraron solían tener un mayor desarrollo de la conciencia nacional y lograron desempeñar un rol importante como clase obrera en la batalla patriótica (Cantón Navarro, 2005).

En los talleres en los que los tabaqueros exhibían una vida de sacrificio, se fomentaba una sólida toma de conciencia humanista. Aquellos cubanos, obreros en suelo extranjero, fueron definidos por Martí como “hombres enteros, hombres creadores, hombres fundadores que suben orgullosos las escaleras de los talleres (Martí J. , En los talleres, 1991). Después, Martí presenta como hombres de igual naturaleza, a los músicos cubanos, Rafael Díaz Albertini, (violinista) y a Ignacio Cervantes (pianista y compositor). Destaca cómo estos ascienden a los talleres, como lugares de altura y en un giro que borra todo vestigio de superioridad, echa por tierra cualquier brecha entre los músicos y los tabaqueros, para equiparar en esencia ambos trabajos, igualmente virtuosos. Al arribo de los músicos cubanos a los talleres Martí se refiere como una “visita de los hombres del trabajo de salón a los hombres del trabajo de la fábrica”, indicando la condición común de obreros. En consecuencia, como acierta Téllez Villalón, todos los trabajos virtuosos son útiles, sean “de salón” o de “fábrica” (Téllez Villalón, 2018). Reverenciaba Martí la virtud de amar y defender a Cuba y a todos los que contribuían a ella desde el exilio y el taller: a los obreros cubanos todos.

Con el reconocimiento y exaltación de los obreros, Martí aportaba otra visión a la composición nacional en la lucha por la liberación de Cuba. Se alejaba de los anarquistas que en el siglo XIX se oponían a la integración del proletariado con otras clases sociales —a pesar de compartir el mismo propósito independentista—, y sirviendo de esa forma a las intenciones divisionistas españolas entre los cubanos. (Cantón Navarro, 2005)

Es en el taller, donde se forja la ideología de clase, donde tienen lugar los procesos de creación material e intelectual, donde se intercambian las ideas y se conforma el pensamiento. De ahí la importancia que otorga el Maestro a la convergencia en ese reservorio natural de ideas y de hombres: “…aquellas fábricas que son como academias, con su leer y su pensar continuos; aquellos liceos, donde la mano que dobla en el día la hoja del tabaco, levanta en la noche el libro de enseñar; aquellas sociedades de artes y recreos de donde sólo se excluye, por aseo moral, a los infieles a la patria; aquellos hogares donde se ve apenas la pobreza, por el mucho espacio que ocupa la virtud” (Martí, ¡A Cuba!, 1991: 47).

Varios elementos convergen en Albertini y Cervantes: además de ser artistas virtuosos, son patriotas convencidos, entregados a la lucha por la independencia de Cuba y sufren destierro. Cervantes, ante la inminente salida de Cuba entre los años 1875 y 1876, hacia los Estados Unidos, reafirmó su voluntad de continuar desde allí ayudando a la Revolución con el dinero que lograse recaudar en sus conciertos (Mikowsky, 2016: 115).

La convicción patriótica de ambos artistas cristaliza en las palabras pronunciadas por Cervantes en la velada de mayo de 1892 frente a los tabaqueros de Tampa: “Sólo he tenido dos orgullos en mi vida: el primero, haber nacido en Cuba, y el segundo, haber obtenido el Primer Premio en el Conservatorio de París para poder ofrecérselo como tributo de amor a mi patria querida, y de hoy más el tercero, por esta visita al taller donde se me acoge de este modo por mis amados compatriotas, los honrados obreros que aquí se encuentran”. (Martí J. , En los talleres, 1991).

El claro posicionamiento político y de principios unido a la admiración del desempeño artístico, fue motivo de admiración en Martí, no solo en relación a Cervantes y Albertini sino en otros músicos de la época que compartían iguales cualidades. Así evoca a Nicolás Ruiz Espadero en otro momento: “…el músico creador a quien rendimos homenaje, no fue artista de mera habilidad, que saca del marfil jadeante y estrujado, una música sin alma: ni lacayo de su tiempo, que al esqueleto de su patria le pone sobre la oreja una moña de colores…” (Martí, Espadero, 1991: 306)

Refiriéndose a Emilio Agramonte Martí patentiza la admiración por el artista consecuente y patriota: “Honrar a la patria es una manera de pelear por ella, así como hacer algo que la deshonre es pelear contra ella. Esta ha sido semana de triunfo para un cubano que en su vehemente pasión por el arte no ha hallado modo de olvidar el dolor de su país; para el que ya al mediar la vida conserva hacia su patria el amor filial con que las mujeres de su casa, en los días del sacrificio, vaciaron sus joyas en el tesoro de la revolución, y los hombres tenaces, a nado o poco menos, emprendían el camino de la guerra; para Emilio Agramonte, el artista consumado que, sin floreos ni comedias, ha logrado en el Norte la autoridad de quien ve, y hace ver, en las artes un culto. Se goza al ver alto en la tierra extranjera el nombre de nuestro país. Y a quien lo enaltece, a quien es fiel a su patria en la hora de la soledad, a quien desdeña, en la música como en la vida, la ornamentación y el revoque, se le debe afecto y agradecimiento”. (Martí, Emilio Agramonte, 1991: 307)

El despliegue en escena de los virtuosos cubanos en Tampa, endorsaba otro propósito dado el poder de sublimación que brinda el arte al ser humano: la capacidad de emocionar desde el goce estético, de redimensionar el espíritu, de crecer en la virtud para desde ahí mostrar, reafirmar y consolidar la obra bella que había comenzado a conquistarse con el sudor y el sacrificio de los cubanos patriotas y que habría de culminar con la organización de una guerra que aspiraba con plena conciencia a conquistar la libertad de Cuba a sangre y fuego. Por sobre todas las cosas, la música como expresión artística en ese instante se erigió como expresión cultural, capaz de obrar como recurso unificador para la lucha, alineada a los más altos propósitos humanos y patrióticos. Fue un ejemplo de implementación práctica de política a través del arte.

La conformación del nacionalismo cubano en el siglo XIX, estableció los elementos que darían fisonomía al concepto de Patria. Las diferentes expresiones de la cultura que lo constituirían, evidenciaron su poder como instrumento de transformación no solo espiritual, sino social al convertirse en un vehículo para el fomento y desarrollo de la conciencia nacional y la lucha por conquistar la independencia de Cuba.

En los talleres constituye una lección valiosa para artistas e intelectuales cubanos de todos los tiempos. Hoy atestiguamos cómo la música y otras expresiones artísticas son utilizadas como instrumentos de proyectos culturalmente desmovilizadores, al servicio de intereses neocoloniales que se parapetan tras pretendidos propósitos de promoción de transformaciones sociales, políticas o económicas necesarias para el avance del país. Entonces Ignacio Cervantes y Rafael Díaz Albertini emergen como dos ejemplos paradigmáticos dentro del arte y la cultura cubanos que claramente ilustran lo que connota ser artistas y hombres consecuentes en principios éticos y morales con su Patria, su historia y su tiempo.
Referencias bibliográficas

Téllez Villalón, J. Á. (18 de mayo de 2018). Martí y la música que completa. Obtenido de La Jiribilla:https://www.lajiribilla.cu/marti-y-la-musica-que-completa/
Cantón Navarro, J. (2005). José Martí y los trabajadores. La Habana: Centro de Estudios Martianos.
Martell Álvarez, R. (2021). José Martí y los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso. Ediciones Cubanas Artex.
Martí, J. (1991). En los talleres. En J. Martí, Obras Completas. Tomo 4 (págs. 398-400). Editorial de Ciencias Sociales.
Martí, J. (1991). Emilio Agramonte. En J. Martí, Obras completas. Tomo 3. Cuba (págs. 307-309). Ciencias Sociales.
Martí, J. (1991). Espadero. En J. Martí, Obras completas. Tomo 5. Cuba (págs. 305-307). Ciencias Sociales.
Martí, J. (1991). ¡A Cuba! En J. Martí, Obras Completas- Tomo 3. Cuba (págs. 47-54). Ciencias Sociales.
Mikowsky, S. G. (2016). Ignacio Cervantes and the XIX-Century Cuban Danza. Lambert Academic Publishing.
Con información de Cubadebate

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