La última semana no solo ha sido una demostración de que las contradicciones sociales en el país se han agudizado, sino también de la importancia de la unidad popular para construir un nuevo poder que nos permita avanzar hacia un nuevo Estado.
Claudia Flórez Sepúlveda (*)
@ClaudiaFlorezPC
El gobierno del Pacto Histórico, con su insistencia en la paz, la protección de lo público, la defensa de los excluidos y su apuesta por la productividad sobre la especulación, representa una ruptura con el neoliberalismo. Esta postura genera animadversión de los grandes grupos financieros y sus lacayos políticos de la derecha y los partidos tradicionales. La burguesía parasitaria no quiere renunciar a sus privilegios, y teme que cualquier avance popular conduzca a cambios sociales profundos. Por eso su afán por impedir que el presidente termine su periodo constitucional. El paro de camioneros fue el acto más reciente dentro del plan desestabilizador.
Empresarios especuladores y políticos reaccionarios intentaron sacar provecho de una movilización popular motivada por demandas razonables. Su objetivo era paralizar el país y poner al gobierno en apuros, presionándolo a tomar acciones represivas. Sin embargo, no anticiparon el desenlace. El gobierno logró romper la manipulación patronal y dialogar directamente con las bases, alcanzando un acuerdo favorable a los intereses de los trabajadores en el que se contemplan acciones que garantizan los derechos laborales del sector.
Lo que estamos viviendo demuestra, en primer lugar, que, si los sectores democráticos y populares quieren avanzar, es clave profundizar en un programa que consiga cambios reales en las condiciones de todas las clases explotadas y grupos históricamente excluidos. Es decir, una lucha sin tregua contra el neoliberalismo, ligada a la lucha contra la corrupción, la guerra y el saqueo de los recursos públicos. Sin embargo, no se puede parar ahí, y se debe avanzar en la construcción de un nuevo poder cuyo objetivo sea la constitución de un nuevo Estado, dirigido por las clases hoy sometidas.
Para avanzar por este camino la condición primordial es la unidad, pero no entendida como acuerdos de dirigencias para coyunturas electorales, sino como una acción desde abajo, que movilice a la gente del común para las transformaciones que demanda.
Potenciar la unidad de acción desde las bases, necesaria para la defensa del gobierno y la proyección de un programa emancipador, es una de las apuestas que la Asamblea Nacional por las Reformas Sociales, la Paz y la Unidad puede impulsar. La creación de coordinadoras de fuerzas sociales y políticas ayuda a la consolidar el poder transformador desde los territorios, lo que debe convertirse en uno de los pilares para la estabilidad y el éxito del proceso de cambio y apoyar en poder superar las acciones desestabilizadora que está realizando la derecha.
El país está en un punto de inflexión, donde se abre la oportunidad de mayores conquistas sociales, y la burguesía lo sabe.
(*)Secretaria general del Partido Comunista Colombiano
Con información del Semanario Voz