Recorrer los caminos del municipio de Anzoátegui (Tolima), cincuenta años después, genera un estado psicológico complejo, lleno de melancolía y de nostalgia al evocar los momentos tiernos cuando se “era feliz e indocumentado”, como diría el premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez.

Por Nelson Lombana Silva

A cada paso que se da, surge como por sortilegio un recuerdo, una historia, un acontecimiento, un suceso, que se recuerda con infinita nostalgia. La patria chica esconde todas esas historietas que la memoria va borrando con el paso inexorable del tiempo. De 1961 a 2024, hay un largo trecho, en un ocaso eterno y vertiginoso.

Desde la finca de don Benjamín Cifuentes Vélez, ubicada en la frondosa vereda La Palmera, se divisa en la cumbre el perímetro urbano, una especie de cinta angosta en la cúspide. El sol metálico y el día cerúleo, permiten observar en la distancia la creación de antioqueños de la talla de Cirilo García, Demetrio Aldana, José María Alzate y otros más, quienes armados de valor treparon descuajando la montaña para plantar la agricultura, especialmente el cultivo del café y en la tierra fría la ganadería pastoril.

El camino de herradura ha sido reemplazado por la carretera, la brecha como se le suele conocer. El trazo es pésimo, el terreno quebrado, el campesino con acrobacia sale el día de mercado (El Sábado) al poblado a comprar los alimentos para la semana, pagar los obreros y conversar animadamente con sus amigos al calor del licor o sencillamente un tinto.

La violencia bipartidista ha quedado en el pasado, ya el campesino no pelea por los colores políticos que tanta tragedia generaron en este municipio, su preocupación es vivir en comunidad arando el surco con tenacidad y heroísmo desde que el gallo anuncia el nuevo día hasta el mustio atardecer.

Cristóbal Lombana Silva

Cristóbal, mi hermano, a pesar de los quebrantos de salud, nos recibe con alegría desbordante en su pequeña y acogedora residencia, junto a su mujer y a sus hijos e hijas. Entre charlas animadas, recuerdos y bromas, sin hacer una sola referencia a su delicada salud, despedimos el 2023 y recibimos con el alborozo el 2024. Tan emotivo momento lo festejamos con un abrazo fraternal y el feliz año nuevo.

El reencuentro de dos hermanos

La visita intempestiva de mi hermanita Argelis para saludar personalmente a Cristóbal, después de cinco años de ausencia, fue bastante emotiva. El rostro de mi hermano se iluminó al estrechar la mano y desearle un año lleno de éxitos. “Que mi Dios me la proteja, hermana”, dijo efusivo.

Argelis es una hermana valiente y luchadora, no se desprende del campo y tiene en su pequeña finquita cerdos, gallinas, gansos, perros, gatos, conejos, etc. La noble perrita llamada Lulú está levantando siete hermosos cachorros de vistosos colores. ¿Los tiene para la venta? No, los tiene para donarlos o cambiarlos por gallinas. Es una mujer trabajadora, con excelentes relaciones humanas, la gente la quiere por su vocación de trabajo, honradez y servicio. Vive a la orilla del camino. No le es indiferente el peregrino, el hambriento y el sediento. La poca comida la comparte con alegría. Es tal su magnanimidad que acogió a “flauta”, uno de los habitantes de la calle, le brinda posada y alimento.

Anzoátegui ha crecido, el rostro es distinto. Cuenta con numerosos supermercados, cafeterías y bares. Calles estrechas atiborradas de motocicletas, carros y ciclas. Los días de mercado resultan difíciles de transitar. Sin embargo, en cada esquina hay un amigo, un conocido, que saluda con cordialidad.

A través del enmallado vemos el colegio Carlos Blanco Nassar, totalmente diferente que cuando estudiábamos allí. Con más salones, se ve imponente el polideportivo cubierto, llamando al saber, al conocimiento de la juventud. En este establecimiento educativo al parecer todavía se enseña que “el 12 de octubre es el día de la raza”, así pues, todavía se desconoce en este municipio del norte del Tolima, que esta fecha es trágica para este continente, porque ocurre la más criminal y desalmada invasión del avaro español, quien llegó en busca de oro, cometiendo horrendas masacres contra los nativos, mal llamados indios. Los deshonestos peninsulares se apoderaron de sus ubérrimas tierras y para que no protestaran con agresividad les entregaron la biblia, con este libro los amaestraron, los dominaron, los explotaron y los humillaron.

El bus Colnassar

Como viejo testimonio del pasado y del olvido, se encuentra abandonado el bus del colegio Carlos Blanco Nassar. Una verdadera reliquia histórica que debería conservarse en honor a esa comunidad que luchó en su momento para conseguirlo y colocarlo al servicio de los estudiantes de esta institución. Vale recordar que un pueblo sin memoria no tiene futuro, porque no sabe de dónde viene, qué hace y para dónde va. La memoria es importante para dimensionar el presente y proyectar el futuro.

La constante en este pueblo es la neblina densa que lo cubre con frecuencia y en su totalidad. Un manto blanco fresco y apacible lo oculta del sol con bastante frecuencia. Ese es mi pueblo, hoy regentado por Ferney Pavón, un alcalde que se ha comprometido con la honestidad, el trabajo y la transparencia. Ojalá, cumpla su palabra. El saliente, don Hugo Salinas, se fue, según el pueblo, sin pena y sin gloria, dejando una frustración inmensa en los electores. Algunos de sus funcionarios resultaron con casaquintas en el vecino municipio de Alvarado y en otras regiones del país. Ojalá, con el tiempo se sepa la verdad…

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