Se cumplieron los primeros seis años del Acuerdo de paz entre la entonces Farc – Ep y el Estado colombiano, acuerdo concretado en la Habana (Cuba), gracias a la solidaridad de este país hermano antillano, lo mismo que también la hermana República Bolivariana de Venezuela y otros países más que actuaron como garantes.

Por Nelson Lombana Silva

Gracias a la voluntad política del grupo insurgente, la participación de los distintos sectores democráticos y la misma audacia del entonces presidente, Juan Manuel Santos Calderón, se pudo concretar este sueño que se veía tan distante por la criminalidad de la clase dominante que tenía a la guerrilla como “caballito de batalla” para reelegirse cada cuatro años.

El balance a seis años del histórico acontecimiento. es que el grupo insurgente ha venido cumpliendo cabalmente el Acuerdo, mientras los gobiernos del mismo Santos y su sucesor, Iván Duque Márquez, de la mano del ex presidente y narcotraficante número 82, según la CIA, Álvaro Uribe Vélez, se empecinaron en hacer trizas el Acuerdo. Su incumplimiento es evidente como se ha venido denunciando desde distintos ángulos. Por lo menos, 340 desmovilizados han sido asesinados, crímenes que reposan en la impunidad.

La guerrilla pudo demostrar en la praxis que no era un grupo terrorista, era un agente político que luchaba por cambios estructurales, una Nueva Colombia, fundamentada en la igualdad y la justicia social. A regañadientes el Estado tuvo que reconocer que la insurgencia tenía un criterio político y revolucionario.

Eso facilitó el acuerdo, desde luego, en condiciones muy adversas, sobre todo por el incumplimiento del Estado. Recordemos que durante la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla, se hizo el proceso de paz, las guerrillas liberales entregaron las armas y se reintegraron a la vida civil, siendo asesinadas en su gran mayoría, en completo estado de indefensión.

Está demostrado hasta la saciedad que el arma predilecta de la gran burguesía ha sido la violencia, el terrorismo de Estado. Eso explica por qué se empecina en la violencia y su repulsa a la paz y la convivencia ciudadana. La guerra para ella es un negocio, mientras la paz para el pueblo la gran esperanza de vivir y convivir.

Afortunadamente, el gobierno del cambio, que encarna el Pacto Histórico, con Gustavo Petro y Francia Márquez, ha ratificado su compromiso con la paz y el cumplimiento de éste acuerdo.

¿Cómo apoyar el proceso?

La paz nos incumbe a todos y a todas. Ninguna persona sensata podrá decir: “Eso no es conmigo”. Por lo tanto, estamos en la obligación ética, política y cultural de ayudar al fortalecimiento del clima de paz y a la erradicación de todas las costumbres cotidianas el lenguaje bélico de la violencia.

Tema fundamental la cultura. Los valores deben estar inspirados en la paz, en la convivencia y el profundo respeto por la diversidad y pluralidad. Comprender que las diferencias se resuelven a través del diálogo y la argumentación, y no a través de la tirantez del más fuerte y violento.

Dicho cambio de mentalidad no se da de la noche a la mañana, tampoco con la facilidad que uno quisiera; es todo un proceso complejo, dinámico, con avances y retrocesos, que hay que asumir con grandeza, decisión y coraje.

Cambiar no es fácil. Esos crudos valores de la violencia, la corrupción, el paternalismo y la indiferencia por el otro, no se erradican de la noche a la mañana. Es un proceso y doloroso, por cierto.

Construir una nueva cultura basada en valores, recuperar la capacidad de asombro y aprender a compartir y no a competir, serán las condiciones mínimas para iniciar un cambio de verdad.

No es gratuito que las bibliotecas públicas sean territorios de paz. Las comunidades y los gobernantes, deben apoyar la labor de las bibliotecas públicas cada vez con más bríos. Una forma de hacerlo es asistiendo al espacio y empapándose de las actividades que se desarrollan allí. Incluso, haciendo parte de ellas.

El conocimiento está en los libros y los libros están en las bibliotecas. Decodificar ese conocimiento es fundamental para entender el momento y contribuir a transformar la realidad. Bien dijo el filósofo Carlos Marx: “No se trata de interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.

La biblioteca permite ese diálogo en el marco del respeto, la convivencia y la diversidad. La verdad absoluta no existe en realidad, existe la verdad relativa que se materializa con hechos.

Hay que contribuir al proceso de paz para que el Acuerdo de la Habana, se cumpla y los diálogos con los elenos sean concretados y con los demás grupos violentos, para que la paz total sea una realidad en Colombia. Llegó la hora de proscribir la cultura de la violencia y desarrollar la cultura de la paz. Eso dependerá de su decisión, porque no se puede dejar la responsabilidad, exclusivamente en manos del gobierno nacional.

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