El presidente Maduro recibió multitudinarias expresiones de respaldo el pasado sábado 3 de agosto. Foto presidencia de Venezuela
Los pueblos del mundo, en forma soberana, tienen derecho a escoger el tipo de gobierno que les dé la gana elegir, sin interferencia foránea. Así de sencillo
Por: Alberto Acevedo
No es un fraude electoral lo que se está viviendo en Venezuela. Es un golpe de Estado en marcha, organizado por los sectores de extrema derecha, nacionales y extranjeros, y el relato del fraude es el elemento central de la conspiración, que busca sacar del poder al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro. En el centro de esta situación está el hecho de que, en 25 años de gobierno progresista en Venezuela, la derecha no ha podido ganar unas elecciones presidenciales. Ahora simplemente repiten el libreto del fraude, como lo han hecho en otros momentos de la historia reciente de ese país, para liquidar un auténtico proceso de transformaciones sociales en marcha, en manos del chavismo.
Uno de los protagonistas de la escena política venezolana, que con más contundencia ha denunciado los planes conspirativos de la derecha en su país, es el ministro de la Defensa, el general Vladimir Padrino López, quien sin ambages ha dicho: “Estamos en presencia del fascismo en su máxima expresión”.
Padrino alertó sobre los intentos de desestabilización tras los comicios celebrados el 28 de julio, que dieron la victoria al presidente Nicolás Maduro. El titular de la Defensa leyó un comunicado donde expresa el rechazo contundente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB, a los hechos de violencia “promovidos por la extrema derecha”, ocurridos el día siguiente en distintas regiones del país.
Ese golpe lo vamos a derrotar
Según la declaración, estos eventos violentos forman parte de “un intento de golpe de Estado mediático, soportado en las redes sociales y apoyado por el imperialismo norteamericano y sus aliados externos e internos”. “Inobjetablemente estamos en presencia del fascismo en su máxima expresión”. “Ese golpe de Estado lo vamos a derrotar una vez más”, precisó de manera contundente Padrino López.
Una semana antes de los comicios, el gobierno bolivariano denunció la existencia de un centro de operaciones de la oposición golpista en Miami, que tenía entre sus funciones cantar el fraude, inmediatamente cerraran las urnas, para justificar el montaje golpista. “Ese centro está siendo montado por la cuñada de Magalli Meda (jefa del comando nacional de campaña de María Corina Machado), y desde allí van a cantar fraude”, dijo una nota oficial al respecto.
“Resulta curioso que estén hablando de fraude seis días antes de las elecciones presidenciales, es curioso que uno de los diez candidatos ya esté montando una patraña para decir que hubo fraude en las elecciones, porque ellos y nosotros sabemos cuáles son los verdaderos sondeos, todas estas agencias internacionales se encargan de montar una mentira sobre otra para afectar y atacar el proceso electoral venezolano”, añadió el pronunciamiento.
Tentáculo de la CIA
Para que no se diga que versiones como la anterior son montajes del oficialismo chavista, la agencia WikiLeaks acusó a Estados Unidos de estar detrás de las acusaciones de fraude en las elecciones venezolanas y confirmó que la oposición de derecha en el país suramericano y los medios de comunicación estadounidenses afirman que hubo fraude basándose en una encuesta a pie de urna realizada por la firma Edison Research, vinculada al gobierno estadounidense, trabaja con órganos de propaganda estatales estadounidenses vinculados a la CIA y estuvo activa en Ucrania, Georgia e Irak.
Se añade que el empresario y magnate surafricano Elon Musk, nacionalizado norteamericano, director ejecutivo de Tesla Motors, con todos sus millones se colocó a la vanguardia de la campaña de desinformación en X sobre las elecciones en Venezuela, difundiendo profusamente la noticia falsa del fraude electoral en este país.
El presidente Maduro intervino alrededor de este último episodio e indicó que Elon Musk es cómplice, junto al narcotráfico colombiano, del golpe de Estado en Venezuela. Maduro recomendó al pueblo tener calma, cordura, unión y movilización policial y cívica. “Sé que vamos a salir de esto mucho más fuertes”, aseguró, a la vez que reflexionó sobre la historia del fascismo y afirmó que Venezuela está enfrentando el último reducto de la derecha fascista.
Lo blanco se convierte en negro
La situación hasta aquí expuesta nos lleva a la conclusión que Venezuela se encuentra asediada por la amenaza de un golpe de Estado que busca restaurar el régimen oligárquico dirigido desde Washington, que controló el país hasta el triunfo de la Revolución bolivariana en 1998.
Con una particularidad: que los personajes y organismos que hasta unas horas antes de la jornada electoral del 28 de julio llamaban a respetar la democracia y propiciar la reconciliación nacional, en un abrir y cerrar de ojos se quitaron la careta cuando se dieron cuenta que su candidato fue derrotado en las urnas por el presidente Nicolás Maduro.
Y como por arte de birlibirloque, al otro día los grandes medios de comunicación corporativos, entre ellos, desde luego la gran prensa colombiana, mostraron como ganador al gran perdedor, y como perdedor al ganador indiscutible. Y el sistema de urnas y el mecanismo electoral venezolano, calificado por organismos de las Naciones Unidos como uno de los más confiables y seguros del mundo, apareció como un sospechoso mecanismo de fraude. De pronto, lo blanco y transparente se convirtió en oscuro y sospechoso.
Conspiración en nombre de la democracia
Y claro, como estamos ante una distorsión en la que el régimen venezolano, elegido democráticamente, es una ‘dictadura’, tenemos que, del otro lado, en nombre de la democracia se arma una conspiración golpista, se incendia establecimientos oficiales, vehículos, se dispara contra activistas del chavismo, se organiza todo un tinglado de terror.
Para el equipo de redacción y de dirección de VOZ es claro que, independientemente de que en Venezuela el presidente se llame Chávez, o Maduro, o Diosdado Cabello, o Delcy Rodríguez, lo que está en juego es un proyecto bolivariano, democrático, socialista, cristiano, soberano, que debe ser defendido.
¿Que el chavismo comete errores? Cierto. ¿Que hay expresiones de corrupción? También es cierto. Admitamos, si se quiere la mirada de algunos, politólogos que hablan del inevitable desgaste de un gobierno que perdura en el ejercicio del poder por décadas.
Pero un asunto es que tengamos una mirada crítica frente al proceso venezolano y otro que caigamos en la trampa venenosa de que en Venezuela se erigió una dictadura a la que hay que derrocar. Lo que allí perdura es un proceso democrático, de raigambre popular, de hondo sabor popular, que quiere y anhela un conjunto de transformaciones sociales, erigidas sobre la base de la defensa del principio del respeto a la autodeterminación de los pueblos, de la no injerencia en los asuntos internos de una nación.
La no intervención
Y estos principios explican que los pueblos, en forma soberana, tienen derecho a escoger el tipo de gobierno que les dé la gana elegir, sin interferencia foránea. Así de sencillo. Ahora, si ese ejercicio democrático suscita crisis políticas, conmociones interiores, los mismos pueblos deben tener el derecho a resolver sus asuntos internos, también de forma soberana, sin que ninguna potencia extranjera o poder económico tengan por qué meter sus narices en ello.
Esta ecuación, desafortunadamente, no pudieron entenderla un grupo de siete gobiernos latinoamericanos que corrieron a emular, con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en la proclamación del ‘fraude’ y en la exigencia de un inmediato relevo en el Palacio de Miraflores. Y ello explica que, en un acto de dignidad el gobierno Maduro exigiera ipso facto, el retiro de las misiones diplomáticas de esas naciones.
Y entre los demás países se dio una gama de posiciones, desde las muy claras de Cuba, Nicaragua, México y otras naciones centroamericanas de respaldo claro y decidido al proyecto bolivariano, y de reconocimiento al veredicto de las urnas, claramente en favor de la reelección de Maduro.
Tufillo intervencionista
Está la vergonzosa posición del gobierno de Gabriel Boric, en Chile, nacido de un proyecto popular, que hoy, de la mano del secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, demandan la salida de Maduro y el reconocimiento del pretendido gobierno de Edmundo González.
Una ‘tercería’, para buscarle una ‘salida’ a la crisis venezolana, fue asumida por los presidentes Luis Inacio Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro, gestión que fue saludada por el presidente Maduro, en un gesto de exagerada cortesía, porque no deja de tener, esa mediación, un tufillo injerencista.
Y claro, en medio de ese barullo, la actitud inicialmente dubitativa, tibia, del jefe de Estado colombiano de guardar silencio frente al resultado de las urnas en Venezuela, que era lo que la Casa Blanca en Washington quería de los gobernantes latinoamericanos, para justificar la intervención abierta y cuajar el golpe artero.
Contradicciones
La posición de Petro se pudiera entender si se toman en cuenta factores externos de presión, como el eventual aumento de migrantes, si se deteriora la situación en el vecino país, o la preocupación del empresariado colombiano frente a un eventual deterioro de la balanza de intercambio comercial.
Pero una cuestión es esto y otra la actitud del ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien pidió una veeduría internacional para el conteo de los votos en Venezuela. Es decir, las papeletas de María Corina Machado cuentan, las del Consejo Nacional Electoral no cuentan. No es al ministro del Interior al que corresponde fijar la política internacional colombiana. Es al presidente de la República y, en su defecto, al canciller de la nación. Lo demás es una grosera injerencia en los asuntos de una nación hermana.
Pero tampoco las declaraciones del canciller Luis Gilberto Murillo ayudan mucho, cuando se matriculó con la idea de una ‘transición’ en Venezuela. ¡Mamola!, como decían los caudillos liberales, Jorge Eliécer Gaitán y Horacio Serpa Uribe. Que se olviden si piensan que después de casi tres décadas de construcción del cambio social en Venezuela, va a haber un regreso al viejo orden oligárquico, para darle gusto al señor Blinken o a la general Laura Richardson, jefe del Comando Sur que ya puso los ojos en el petróleo venezolano.
Porque, como dice el analista uruguayo Aram Aharonian, estamos ante un intento de golpe con sabor a petróleo, que es el objetivo final de la tan cacareada ‘transición’ en el hermano país.
Un guion que se repite
Este ingrediente de las reservas de hidrocarburos en Venezuela es tomado en cuenta también por Carmen Parejo Rendón, analista del portal RT, quien compara los intentos de golpe en Bolivia con el de ahora en Caracas.
“Estas últimas semanas hemos podido observar cómo ese guion se repetía en el caso venezolano. La República Bolivariana de Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo del mundo; a su vez, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, ha sido un faro regional e internacional de defensa del multilateralismo y de la emancipación de los pueblos ante un capitalismo globalizado y dependiente, y de los procesos de integración y unidad de los pueblos latinoamericanos”, precisa la periodista.
“Los intentos para hacer caer el proceso político y popular en Venezuela han sido múltiples y variados durante todos estos años. La mal llamada ‘comunidad internacional’ ha perpetrado violencias físicas, económicas, mediáticas y políticas, que, sin embargo, no han resultado efectivas en su objetivo de deponer a la Revolución Bolivariana”, concluye Parejo Rendón.
De otra parte, como expresó a este semanario el analista y defensor de derechos humanos Alfonso Castillo, en el caso de los comunistas colombianos, “defendemos el proyecto de Petro, pero también el de Venezuela. Hay que entender el momento complejo y estamos ante el deber de identificar al enemigo fundamental. Y eso nos obliga a defender el proyecto bolivariano, que es sinónimo de defender la esperanza de los pueblos”.
Con información del Semanario Voz