Nació el 13 de abril de 1930 y consagró su vida y el poder de su palabra al servicio de los humildes. Ingresó al Partido Comunista Colombiano (PCC) en 1952, mientras estudiaba Derecho en la Universidad del Cauca. No era un momento fácil. Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, la burguesía aprovechó la situación para perseguir a los comunistas. La violencia, que escalaba no solo por el accionar de una politizada fuerza pública, sino también por los grupos paramilitares, entonces conocidos como “pájaros”, se expresó entre otros con los asesinatos de los líderes comunistas José Gonzalo Sánchez y Julio Rincón.

Por: Oscar Hernando Avellaneda

En 1953 Gustavo Rojas Pinilla profundizó la persecución desatando una nueva ola de violencia en el campo en zonas como Sumapaz y el Tequendama. En 1957 la dictadura fue reemplazada por el “Frente Nacional”, el cual garantizó el monopolio liberal-conservador sobre el Estado manteniendo la formalidad electoral.

Luego de caer la dictadura se celebró el Octavo Congreso del PCC en condiciones de legalidad en 1958, que designó a Manuel para retomar el trabajo juvenil conformando la Unión de Juventudes Comunistas (UJC)

En esta labor militó al lado de Jaime Bateman Cayón, Hernando González, Jaime Pardo Leal, Miller Chacón y Yira Castro, a quien conoció en febrero de 1959. Ella, nacida en 1942, había ingresado a la Juventud Comunista en 1958.

La pureza de los ideales compartidos con Yira y su consagración plena a la labor de esclarecer la conciencia y la organización popular, fusionó para siempre el amor que los reunió y del cual nacieron María e Iván Cepeda. El 9 de julio de 1981, una enfermedad truncó la vida de Yira, que en 1980 había asumido, con el apoyo popular, una curul en el Concejo de Bogotá.

Manuel rememoró la vida de Yira en un pequeño libro, en el que escribió:

«En una sociedad edificada con los materiales de la desdicha, el camino más fácil es despeñarse por la pendiente de la desesperación o del escepticismo. No puede surcarse el mar de la vida si no es con la fraternidad, para rescatar a nuestro Pueblo del oprobio, del desprecio y de la humillación en que se halla sumido. Luchar para ella era la mayor felicidad posible… Sabía que para saber hay que estudiar. Que hay que meditar sobre lo leído. Que para memorizar hay que escribir. Que hay que leer y reflexionar, y volver a leer y reflexionar de nuevo».

En el año 1962 teniendo en cuenta la Segunda Declaración de La Habana, denunció que la política intervencionista de la “Alianza para el Progreso” ponía en peligro la soberanía de los países latinoamericanos.

En un artículo de marzo de ese año recordó los escritos de la Primera Guerra de Independencia, concebidos por Bolívar, así como los lineamientos de Martí, y destacó que la revolución latinoamericana convocaba a todos los países, y señalaba la necesidad de organizar a las masas para que respondieran frente a la violencia reaccionaria.

En 1964 fue encarcelado porque denunció con energía la agresión a la resistencia campesina de Marquetalia. En prisión escribió un hermoso libro que tituló ¡Vencerás Marquetalia!. Posteriormente viajó a Cuba y se vinculó a las actividades de la Tricontinental y la Organización Latinoamericana de Solidaridad. Luego fue enviado a Praga a la redacción de la Revista Internacional.

De regreso participó en la fundación del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos.

En enero de 1966 informaba en VOZ sobre la importancia de las tesis del Décimo Congreso para la juventud. Señalaba que la perspectiva trazada era la de forjar fuerzas para derrocar al régimen opresor e instaurar un régimen popular. El papel de la juventud resultaba trascendental en esta tarea, pues se debía contar con ella para el desarrollo de una organización partidaria vigorosa dentro del movimiento popular.

El 24 de abril de 1970 el Comité Ejecutivo Central lo designó como director de VOZ Proletaria. Se iniciaba así una nueva etapa en búsqueda de la unidad popular y el frente amplio para unir a la izquierda en un proyecto democrático y revolucionario.

Eran para él fundamentales los temas de la paz, entendida como solución política y democrática del conflicto armado, y el de los presos políticos maltratados en las cárceles a las que calificaba acertadamente como “mazmorras del régimen”.

Fue elegido a la Cámara de Representantes por la circunscripción electoral de Bogotá, para el período comprendido entre 1991 y 1994, y luego para el Senado de la República en 1994. Desde allí denunció múltiples casos de crímenes de Estado, enfrentando con entereza las amenazas de muerte que utiliza la derecha para acallar o exiliar las voces que se levantan con la única coraza de la verdad, frente al régimen oligárquico y criminal que durante décadas ha entregado las riquezas y la soberanía nacional a cambio de licencia para fungir como gobernantes.

Como representante a la Cámara adelantó numerosas iniciativas y proyectos de ley para proteger los planes de vivienda popular, defendiendo el derecho de organizaciones como la Central Nacional Provivienda, que mediante la organización y la lucha de sus afiliados ocupó predios ociosos para construir barrios populares en Bogotá y otras importantes ciudades.

Entendió y alentó el surgimiento de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que recogió la experiencia del sindicalismo clasista aglutinado en torno a la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC) y del sindicalismo independiente. Previó las dificultades de la nueva central pero señaló con decisión que debería conformarse un fuerte sector clasista a su interior para protegerla de los reformistas de viejo y nuevo cuño.

En un país en el que la población ha sido sometida al engaño sistemático para mantenerla en la miseria material y espiritual, la tarea adelantada por Manuel con su reflexión esclarecedora y la comunicación valerosa de la verdad fue y sigue siendo ejemplar y de valor excepcional.

Impulsó la creación de un Ministerio de Cultura de carácter democrático, crítico y propositivo. Su sensibilidad y su amor por la palabra poética, la música y la pintura le permitieron apreciar la veta artística de nuestra nación y comprender que bastaba crear las condiciones para la identificación temprana de vocaciones, y el apoyo a las diversas aptitudes para que florecieran los talentos sacrificados durante generaciones en la delincuencia, la prostitución forzada, el odio y la guerra. Presentó también proyectos sobre televisión alternativa y el Estatuto de la oposición.

A través de su columna «Flecha en el blanco» estuvo siempre del lado del corazón del Pueblo y desde las páginas de VOZ, denunció el sinuoso trabajo del diario “El Tiempo”, encargado de ocultar el inenarrable sufrimiento de los humildes y justificar con medias verdades el pavoroso exterminio iniciado en 1984 con el asesinato del médico Carlos Toledo Plata.

Para 1992 cuando fue elegido Secretario General del PCC, el genocidio de la Unión Patriótica se había intensificado… más de 3.000 personas habían sido asesinadas.

En julio de 1993, una delegación del PCC visitó al Ministro Rafael Pardo comunicándole la existencia del plan de exterminio. El no solo ignoró las graves denuncias, sino que retó a Manuel a que le hiciera un debate en el Congreso. El 24 de noviembre de 1993, en el mismo teléfono que le habían comunicado los asesinatos de Jaime Pardo Leal, José Antequera y Bernardo Jaramillo, se le notificó el crimen de José Miller Chacón, Secretario de Organización del PCC.

Manuel organizó el Primer Foro Nacional de la Cultura en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional y su vida fue truncada cuando organizaba el Segundo Foro Nacional. Un mes antes había sido invitado a Ginebra por la Organización Internacional del Trabajo, y allí denunció que a su regreso al país sería asesinado en desarrollo del Plan «Golpe de Gracia».

De modo cómplice los más altos responsables del Estado no tomaron ninguna medida para evitar el crimen ejecutado el 9 de agosto de 1994. Al momento de su asesinato preparaba proyectos de Ley sobre el Menor, la Mujer trabajadora, la Cultura, el Consejo Nacional de la Juventud, la Objeción de Conciencia al servicio militar obligatorio, y la mayoría de edad a los 17 años.

En el año 2009, y como resultado del tenaz esfuerzo de familiares, amigos y abogados que brillan con luz propia por su valor y fuerza moral, fue llamado ante la justicia como uno de los autores intelectuales determinantes del crimen José Miguel Narváez, nombrado por Álvaro Uribe Subdirector del DAS en el año 2005.

En mayo de 2010, después de 16 años de impunidad, la Corte Interamericana de Justicia emitió una sentencia histórica en la que condenó al Estado colombiano como responsable del crimen de Manuel Cepeda y ordenó la rehabilitación de la dignidad del Senador de la Unión Patriótica.

En homenaje a su memoria un colegio de Bogotá y la avenida que comunica el sector de Banderas con la Avenida Longitudinal de Occidente, en la localidad de Kennedy llevan su nombre (Avenida Manuel Cepeda Vargas)

Un frente de las extintas FARC-EP también llevó su nombre. Su hijo, Iván Cepeda, repudió en su momento el uso del nombre de su padre por parte de las FARC-EP y condenó las acciones de esa organización, afirmando: “Una sociedad justa y democrática, como la que quería mi padre, no se construye a punta de atentados indiscriminados contra la población civil”.

Manuel Cepeda Vargas fue un comunista ejemplar. Un militante de principios y acción permanente por la conquista del Socialismo. Como integrante del Comité Central, del Comité Ejecutivo y del Secretariado, jamás faltaba a sus reuniones, incluyendo la de su célula, organismo de base en el que militaba con periodistas.

¡Honor y gloria eterna al camarada Manuel Cepeda Vargas!

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