La quema de libros, constituye un verdadero “crimen de lesa literatura” que deja boquiabierto a los que amamos los libros y el mundo mágico de la literatura. No puede ser más perversa una persona o sistema como el capitalismo que se jacta de ejercer esta infeliz práctica, con el único propósito de que la humanidad siga en las tinieblas del analfabetismo y en las garras del poder oligárquico, a través de la cruda manipulación y enajenación extrema.

Por Nelson Lombana Silva

Una persona leída es libre y autónoma; una persona que no mantenga en contacto con el conocimiento del libro, es esclava y dependiente. No piensa por sí misma, repite maquinalmente el discurso del sistema. No en vano el capitalismo lucha por distanciar al lector del libro con su publicidad enfermiza en la crónica sociedad de consumo.

No es una simple hipótesis, es una realidad de apuño. “Entre junio de 2021 y junio de 2022, en Estados Unidos, la cuna supuestamente de la civilización, prohibieron 1648 títulos de libros, que debieron ser retirados de las escuelas públicas”, señala Diógenes Laercio.[i]

Según el criterio del imperio USA, hay que evitar al máximo que los niños blancos lean sobre la esclavitud o la supuesta supremacía de la raza aria, porque podría disgustarlos y hacerlos sentir culpables. Se habla en este país del “apartheid epistémico”. Este régimen les quita a los jóvenes la cultura y les acerca el armamentismo y el letal fentanilo en cantidades industriales.

Esta cruda realidad no es exclusividad de Estados Unidos. La dictadura ucraniana, que nos presenta los medios corporativos de occidente como la “democracia” atacada por Rusia, propuso eliminar 100 millones de libros rusos de sus bibliotecas. La directora del instituto del libro de este país habló de la “peligrosidad” de los libros al señalar: “Los libros son un arma, tanto para atacar como para defenderse”. La perversa funcionaria se atrevió a hablar de “literatura ideológicamente dañina”. Propuso una purga mayor de la literatura rusa y ucraniana.

¿Colombia ha sido víctima de esta infeliz práctica?

La promoción presidencial del “Ñeñe Hernández”, Iván Duque Márquez, vetó algunos escritores para concurrir a la feria del libro en Madrid, cuando el país invitado era Colombia. Solo llevó a sus aduladores.

Históricamente, en 1794, el virrey José Manuel Ezpeleta, ordenó la destrucción de todas las copias que existieran en Santa Fe de Bogotá de la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, obra traducida del francés por el patriota Antonio Nariño. Durante el período de la independencia la censura estuvo a cargo de la Iglesia Católica. Se podía leer solo el libro que el cura autorizara, los demás iban a la hoguera.

Durante la era republicana fueron adalides de esta vergonzosa y criminal práctica los presidentes Tomás Cipriano de Mosquera, Marco Fidel Suárez y Rafael Núñez, entre otros, según indica Diógenes Laercio. Fueron víctimas de la censura brillantes escritores como José María Vargas Vila, el general Rafael Uribe Uribe y Jorge Zalamea, entre otros. Es más: En 1967, algunos colegios prohibieron la lectura de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez.

Más recientemente: El 13 de mayo de 1978, celebración de la virgen de Fátima, el señor Alejandro Ordóñez Maldonado, de ingrata recordación para el país y la democracia, en compañía de la organización neofascista llamada: “Tradición, Familia y Propiedad”, ordena incinerar cientos y cientos de libros, al considerar que iban contra la moral pública y las buenas costumbres. El Instituto Español de Estudios Estratégicos, acuñó el término: “Bibliocidio”, “cuando hay destrucción deliberada de libros y la censura de autores, por motivos ideológicos, raciales o religiosos por parte de Estados o grupos de poder”, dice Diógenes Laercio.

Dijo el poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856): “Donde se queman libros, se terminan quemando también a las personas”. El poeta no se equivocó en su presagio. No es más recordar los hornos crematorios del binomio militar-paramilitar ubicados en las goteras de Cúcuta durante la era del narcotraficante presidente número 82, Álvaro Uribe Vélez.

Los libros no están exentos de la brutalidad del régimen agonizante, hay que protegerlos y brindarles las garantías para que cumplan con su sagrada misión: Construir una nueva sociedad con valores éticos.

[i] Semanario VOZ La verdad el pueblo. Edición 3176. Semana del 7 al 13 de junio de 2023. Página consultada 18.

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